EL ÁRBOL: En la historia espiritual del hombre.
En la historia espiritual del hombre.
Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
Introducción:
La evolución de la vida ha dado lugar a una gran variedad de seres vivos que habitan nuestro planeta, entre ellos los árboles, que nos alimentan, protegen, embellecen lo que vemos y sentimos. Además de su importancia biológica, los árboles se han relacionado desde la antigüedad con aspectos culturales, sociales y económicos. Al igual que el hombre, han desarrollado adaptaciones de acuerdo al sitio donde viven para favorecer la supervivencia. Así algunas especies han desarrollado ciertas especializaciones en sus hojas, raíces e incluso el tronco, para adaptarse a las condiciones ambientales como el frío, las nevadas o la falta de agua en lugares secos.
Son tan importantes para el hombre si sólo consideramos algunos de sus beneficios como: Productores de alimentos, humidificación del ambiente, disminución de la contaminación ambiental tanto del aire como de los cambios climáticos, reducción del ruido, elementos ornamentales, y los múltiples usos en la industria, navegación, construcción, comercio, en la producción de gomas, caucho, aceites, resinas y substancias medicinales. Desempeñando además, un papel importante en la mitología, leyendas, metafísica y religión.
Objetivo:
El propósito fundamental de este trabajo es reunir algunos conocimientos, y relacionar áreas del saber que convenientemente conceptualizadas promuevan la reflexión y faciliten prácticas, actitudes y valores que mejoren las condiciones ambientales del hombre en colectividad, y en su relación con la naturaleza. Señalando algunas diferencias en definiciones, conceptos y diversas áreas del lenguaje donde se utiliza este término.
Antecedentes:
El conocimiento de la vida y el mundo circundante como objeto de estudio de la humanidad, ha sido de interés desde que se desarrolló la inteligencia en los seres humanos lo suficiente para adquirir consciencia de sí mismos como entes individuales y sociales; y de buscar establecer su relación con el universo. Por ello, en el curso de miles de años se han desarrollado creencias, ciencias, técnicas, artes, y múltiples métodos para intentar y lograr dar respuesta a las necesidades y diversas interrogantes.
Se define al árbol como una planta perenne (vive durante más de dos años), de tronco leñoso, que se ramifica a cierta altura del suelo. El término hace referencia habitualmente a aquellas plantas cuya altura supera los 6 m en su madurez, y que además producen ramas secundarias nuevas cada año, que a diferencia de los arbustos, parten de un único fuste o tronco, dando lugar a una copa separada del suelo. Los árboles se encuentran prendidos a la tierra por un grupo de raíces que se unen al mencionado tronco leñoso, en tanto, la corteza, que ejerce la función de protección, se hará más lisa a medida que se avanza en altura y por el lado de las ramas que lo componen, siempre, se encontrarán en el mismo lugar, aunque, con el tiempo se tornarán más gruesas. Durante la estación de la Primavera, de las yemas brotan ramillas, hojas y en algunos casos hasta flores.
Cada año los árboles añaden a su tronco y a sus ramas una nueva capa de crecimiento, si se corta el tronco nos encontraremos con anillos que no solamente nos permitirán conocer la edad del árbol, sino que analizando el grosor de los mismos podremos saber cuánto ha crecido durante el año. Existen diversos tipos de árboles, frondosos (de hojas anchas y planas, producen flores y son propios de aquellas zonas más cálidas, tales como el roble, las hayas y los arces), coníferas (característicos de las zonas frescas, poseen hojas duras y finas y en su mayoría producen piñas) y los tropicales, siendo las palmeras el más característico y popular de este tipo (necesitan para vivir del calor y de las lluvias). Pero más allá de las variedades hay estructuras en los árboles que se repiten, tal es el caso de la raíz, que es el componente que le permite nutrirse; el tronco que provee la madera y que es la parte más dura que mantiene a la copa del árbol; las ramas surgidas del tronco se afinan una vez que llegan a los extremos; y las hojas que despliegan una función muy importante en cuanto a la atracción de la luz solar para llevar a cabo el proceso de la fotosíntesis.
Es notable que los árboles presenten una mayor longevidad que otros tipos de plantas. Ciertas especies de árboles (como los sequoias) pueden superar los 100 m de altura, y llegar a vivir durante miles de años. La datación de los primeros árboles (fósiles) conocidos, es del rango de los 380 millones antes del presente, en pleno período devónico cuando los animales vertebrados apenas comenzaban a colonizar las tierras emergidas. Los árboles son parte predominante del ecosistema de los continentes debido a que previenen la erosión, constituyendo los elementos primordiales del paisaje, la agricultura, los llamados ecosistemas forestales, los bosques y las selvas, además de encontrarse dispersos en ambientes como las sabanas o las orillas fluviales. Antes de seguir, es necesario hacer algunas consideraciones aclaratorias: el término árbol, proviene del latín –arbor-. Es baum en alemán, arbre en francés, tree en inglés, albero en italiano y arvore en portugués.
En medicina se le considera como toda disposición con prolongaciones que recuerdan su ramificación vegetal, como el árbol bronquial, el árbol arterial, el árbol de la vida (cerebelo), arborización se entiende como la ramificación terminal de ciertas expansiones de las células nerviosas, o la forma de terminación de una fibra nerviosa en una fibra muscular.
Por otra parte, fue Darwin quien imaginó “el gran Árbol de la Vida” anticipando que algún día conoceríamos en detalle las relaciones entre todas las especies, tanto las vivas como las extinguidas, y que más allá de constituir un nuevo sistema de clasificación, sería un marco para estudiar la evolución de la vida. La dendrología es a su vez, parte de la Botánica que estudia todo lo relativo a los árboles, y es el estudio científico de ellos, y proviene del griego –dendrón- y de –logía- como tratado, ciencia o estudio. Tiene relación con la raíz indoeuropea –deru- que significa: ser fuerte, firme, sólido, y tiene gran cantidad de derivados en lenguas indoeuropeas como -tréowe- en inglés antiguo, -drwides-antiguo celta (el que conoce de robles). El término está documentado desde el siglo XVIII (1708). Derivándose de ahí: dendroide o dendriforme como aquello semejante a un árbol, y sinónimo de arborescente. Dendrolatría es el culto a los árboles. Dendrocronología: Es el análisis de los anillos de crecimiento del tallo leñoso para estimar la edad de un árbol y las variaciones ambientales del sitio donde ha crecido.
Dendrolito: es en paleontología el árbol o arbusto petrificado (fósil). Dendrometría: es la ciencia de la medición de la altura de los árboles como la estereometría, parte de la ciencia forestal que enseña a calcular el volumen de la leña que puede obtenerse de los árboles. Dendromancia: Es una especie de adivinación que se practicaba antiguamente en Asia, observando la inclinación y la dirección de los troncos de los árboles o de los maderos caídos.
Por otra parte, tenemos a diferencia de los árboles genealógicos, en los que se utiliza información proporcionada por los familiares, para los árboles filogenéticos se usa información proveniente de fósiles y de la comparación anatómica, fisiológica y molecular de los organismos actuales. Tanto los árboles genealógicos como los filogenéticos tienen un tronco y ramas, pero en los últimos se muestran las relaciones entre especies y no entre individuos. Los árboles filogenéticos se construyen tomando en cuenta la evolución biológica, basándose en la evidencia de que todos los organismos son descendientes de un ancestro común. Así, todos los organismos, ya sean vivos o extintos, se encuentran emparentados en algún grado. En ocasiones se denomina «árbol de la vida» al árbol filogenético que engloba a todos los seres vivos, pasados y presentes.
En lingüística histórica también ha sido común el uso de árboles filogenéticos para clasificar las lenguas descendientes de una lengua madre común o protolengua. Su uso empezó en el siglo XIX cuando el uso extensivo de varias metáforas biológicas aplicadas a la evolución y diversificación de las lenguas humanas y la aparición del método comparativo llevó al intento de dibujar árboles genealógicos para las familias de lenguas. Modernamente la construcción de árboles filogenéticos se basa en el análisis cladístico aplicado, bien al léxico (considerando que dos lenguas comparten alguna característica cuando mantienen ambas cierta forma léxica concreta), o bien a características fonológicas o gramaticales.
Desarrollo:
Las creencias acerca de lo sagrado y místico están íntimamente vinculadas a los valores de distintos grupos de población, son atribuidos a cada árbol o familia de árboles, y tienen origen en la observación, las experiencias, y las relaciones con los elementos de la naturaleza, como el agua; los frutos al ser un producto natural se consideran regalo de dioses. Árboles y bosques sagrados existen o han existido en todos los rincones del mundo, aunque las interpretaciones sobre sus significados son muy diferentes: un árbol puede marcar el lugar donde un antecesor descansó en un momento de una batalla reivindicativa, o que sirve de refugio a animales imaginarios, o donde un virtuoso santón dormía bajo sus ramas, o bien donde descansan los espíritus de antepasados. Muchos árboles son impresionantes por su enormidad entre los mayores seres vivientes, brotando del terreno y proyectándose a lo alto, los árboles han sido reverenciados como un vínculo entre el cielo y la tierra.
Árbol sagrado es aquel que tiene un significado especial, de carácter religioso, para una comunidad. Hay dos maneras de entender el árbol sagrado, como especie y como individuo.
Ejemplos notables son: Abedul: asociado al dios Belenus en la mitología celta y a la diosa Frigga en la mitología nórdica, aparece mencionado en el Kalevala para dar forma al arpa de Vainamoinen. Abeto: asociado a la Navidad, sustituye en la mitología nórdica al fresno Yggdrasil, que fue derribado por san Bonifacio y plantó un abeto como símbolo del amor eterno de Dios. Por su forma triangular, representa la santísima Trinidad en el cristianismo. Otras leyendas hablan de un niño salvado de la nieve por un abeto gigantesco o de un árbol caído que únicamente respetó a un abeto. Empezó a usarse como árbol de Navidad en el siglo XVI en Europa.
Acasia: en el Antiguo Egipto, fue el árbol sagrado de Hathor, diosa del amor y la belleza, y más tarde de Isis, diosa madre y diosa de la magia. Se cree que el Arca de la Alianza y el Tabernáculo de los hebreos estaban hechos de madera de acacia, árbol que para los hebreos representaba la inmortalidad del alma. Los masones lo consideran símbolo de pureza y entereza del alma, y plantaron una en el lugar donde fue asesinado Hiram, arquitecto del templo de Salomón. Es famoso el árbol del Teneré, en Níger, una vieja acacia que sobrevivió hasta 1973 en el desierto del Sahara.
Acebo: era sagrado para los druidas, que aconsejaban meterlo en las casas como protección contra hadas y duentes, y aún hoy se usa con este fin. En la mitología celta, el Hombre Verde pudo proceder de un personaje mucho más antiguo, el Rey del Acebo. Los romanos los asociaban al dios Saturno, y celebraban las saturnales durante el solsticio de invierno, en lo que luego sería la Navidad cristiana. Ahuehuete: es una especie de ciprés de río que vive miles de años en México, donde se considera árbol nacional. Hay varios famosos, aunque el más importante es el que se conoce como árbol del Tule, en Oaxaca, de unos dos mil años de edad. Álamo: en Mesopotamia y Grecia se le relacionaba con los muertos. Heracles llevaba una corona de hojas de álamo cuando descendió al Averno. En la mitología celta se le llamaba aeda, “el que evita la muerte”. En la Odisea aparece como uno de los tres árboles de la resurrección, junto con el aliso y el ciprés, y en la Edad Media se corrió el mito de que la cruz de Cristo estaba hecha de madera de álamo.
El álamo negro estaba consagrada a Hécate, diosa de la muerte en Grecia. En Roma, la ninfa Egeria, diosa de las fuentes, era “la del álamo negro” y tenía un bosque sagrado a la entrada de Roma. Aliso: en la Antigüedad se asoció a Cronos. En la mitología galesa se asoció al dios cuervo Bran; se decía que la rama más alta del aliso era la cabeza oracular cantora de este dios. En la Odisea, es mencionado como uno de los árboles de la resurrección, junto con el álamo y el ciprés. Se cree que había una arboleda sagrada de alisos junto al complejo megalítico de Rollright Stones, en los Midlands ingleses. Ashoka: es un árbol del bosque tropical lluvioso (Saraca asoca), importante en las tradiciones culturales del subcontinente indio, donde se considera sagrado, especialmente en la India y en Sri Lanka. Está estrechamente asociado con las yakshini, seres míticos del hinduismo, el budismo y el jainismo. Es fácil encontrar a estos seres con cuerpo de mujer a la entrada de los templos budistas e hindúes, con los pies en el tronco y las manos sujetando las ramas de un árbol ashoka florecido.
Avellano: era el árbol del conocimiento y la justicia para los celtas, aunque la especie más productiva fue introducido en Europa por los griegos. Los celtas castigaban a quienes cortaban avellanos o manzanos por considerarlos árboles sagrados. En Islandia, se consideraba un árbol de fertilidad. Las varitas de avellano se usan para encontrar agua.
Baobab: es considerado sagrado en numerosos lugares de África, de ahí que se haya respetado y se encuentren en muchos lugares ejemplares gigantescos. En Madagascar es famosa la Avenida de los baobabs; en Namibia, los bosquimanos aseguran que son árboles del revés, arrojados así por la divinidad desde el cielo; en Senegal, los griots, guardianes de la memoria de los pueblos, son enterrados al pie de un baobab. Ceiba: es el árbol sagrado de los mayas, que unía el mundo subterráneo de Xibalba con el mundo de los vivos y situaba una en cada uno de los cuatro puntos cardinales. En la santería, su orisha es Iroko. También es sagrada para los abakuás, una cofradía cubana formada por descendientes de esclavos de Nigeria, de la tradición yoruba.
El ceiba (Ceiba pentandra) es el árbol de la vida de los Mayas. Se dice que sus raíces se hunden en el Inframundo del dios Xibalbá y sus ramas tocan el Supramundo, lo cósmico. Allí arriba, abre sus ramas hacia los cuatro puntos cardinales y se une al dios de los vientos y las lluvias. • Los Huaorani, del Amazonas dicen que un ceiba gigante cayó y que de su tronco lleno de agua surgió el gran río Amazonas. • Los indígenas Tainos del Caribe pedían permiso al espíritu del ceiba antes de cortarlo para hacer botes. Quien hacía botes podía comunicarse con el espíritu del árbol y se dice que cuando el árbol estaba listo para ser transformado, indicaba qué forma y color quería tener. • En Senegal, los ceiba son “árboles de palabra” e incluso hay una clínica de salud fundada alrededor de un ceiba, a cuyos pies acuden todos los días los enfermos y discuten sus problemas. • En Ghana, al ceiba se le teme, pues se cree que de su corteza y hojas salen malos espíritus. • Los esclavos africanos que llegaban a América, consideraban que dormir sobre almohadas hechas con el kapok* del ceiba favorecía buenos sueños de su tierra natal y traía suerte.
Ciprés: su madera ha sido sagrada desde la Antigüedad, ya que con ella se construyó el arca de Noé y parte del templo de Salomón. Era adorado en el reino de Saba. En Grecia, se convirtió en el árbol de la muerte, consagrado a Saturno y más tarde a Plutón. La náyade Thyia, madre de los cipreses, dio nombre a la tuya. Las puertas de los templos griegos y romanos se hacían de ciprés, como están hechas las de San Pedro en el Vaticano. En el zoroastrismo estaba consagrado a Ormuz. El ciprés de Kashmar es un árbol mítico de legendaria belleza y gigantescas dimensiones mencionado en el Shahnameh o Libro de los reyes persas.
Encina: fue árbol sagrado en todo el Mediterráneo. Zeus meditaba debajo de una encina. En el santuario de Dodona, el murmullo de las hojas de una encina ayudaba al oráculo. En España, en Ayala (Álava), y otras localidades, se encuentran santuarios de Nuestra Señora de la Encina. Espino: árbol de duendes y druidas, marca la entrada al otro mundo en la mitología celta. Estaba asociado a la diosa Olwen, la del blanco rastro, y a Blodeuwed. En Glastonbury hay un espino, el espino de Glastonbury, que se dice que procede del cayado de José de Arimatea y, cuando florece, una de sus ramas se regala a la reina de Inglaterra. La Virgen de Arantzazu, patrona de Guipúzcoa, fue encontrada sobre un espino albar por un pastor.
Fresno: en la antigua Grecia se consideraba símbolo de la justicia divina. Estaba asociado a la ninfa Andrasteia, hija de Océano, y a Poseidón, pero donde más relevancia alcanza es en la mitología escandinava, ya que el árbol del mundo, Yggdrasil, es un fresno. Se dice que es el único árbol al que no se acercan las serpientes y que san Patricio las expulsó de Irlanda con una vara de fresno. Garoé: fue el árbol sagrado de los bimbaches, antiguos habitantes de la isla de El Hierro, en las Canarias. Se cree que podría haber pertenecido a la especie Ocotea foetens. En la tumba de Tutmosis III, el rey se alimenta del árbol sagrado del sicómoro.
Higuera: se cuenta que hay tres higueras sagradas, la que prestó la hoja para cubrir las partes pudendas de Adán y Eva, la que protegió a Buda mientras meditaba y la que utilizaba Hathor para alimentar a los peregrinos en el Antiguo Egipto, aunque en su caso fue un sicómoro, el Ficus sycomorus o falsa higuera. Son tres variedades distintas y la única que sigue conservando su carácter sagrado es la higuera sagrada de la India (Ficus religiosa) o Akshayavat, bajo uno de cuyos ejemplares, del que se conservan retoños, alcanzó la iluminación el Buda.
Kadam: árbol tropical, el Neolamarckia cadamba, sagrado para los hindúes. En el norte de la India está asociado a Krishna, mientras que en el sur lo está a Parvati. Aparece mencionado en el Bhagavata Purana. En el mes de Bhaadra (sexto mes del año hindú, entre el 23 de agosto y el 22 de septiembre) se celebra el festival de la recolección de Karam-Kadamba, donde se hacen servir ramitas del árbol y donde se recuerda el viejo reino de Kadamba. El kadam también se asocia a una deidad llamada Kadambariyamman; en este sentido hay uno a la entrada del templo de Meenakshi, en Madurai. Kalpavriksha (Devanagari: कल्पवृक्ष), también conocido como kalpataru, kalpadruma y kalpapādapa, es un árbol imaginario, mitológico, mencionado en la literatura sánscrita como árbol divino, fuente de todos los deseos. En Mangaliyawas, cerca de Ajmer, Rajastán, hay dos árboles de más de ochocientos años reverenciados como kalpavrikshas. En el Padma Purana se dice que este árbol es el parijat, otro árbol sagrado. En Joshimath hay un kalpavriksha que es una morera, pero en otros lugares se identifica con un baniano (Ficus benghalensis), otro tipo de higuera, y en zonas costeras incluso se dice que es un cocotero, por su capacidad de satisfacer las necesidades humanas. Laurel: es el árbol del amor en la antigua Grecia, ya que el mito cuenta que Dafne fue convertida en laurel para escapar a los amores ciegos de Apolo. Cuando el dios lo descubre, lo declara árbol sagrado.
Manzano: en la antigua Grecia, era el símbolo de Afrodita, y en jardín de las Hespérides había un bosquecillo de manzanos cuyo fruto tenía el don de la inmortalidad; además, estaba consagrado a Ceres, diosa de la agricultura. Muchas interpretaciones de la Biblia lo consideraban el árbol prohibido, pero es difícil estar seguro, ya que podría haber sido una higuera. En la isla de los Bendecidos, del mito artúrico, hay un manzano sagrado, del que proceden las tres manzanas mágicas que tienen un papel importante en la mitología celta.
Mirto: es más un arbusto que un árbol. Aparece en numerosas ocasiones en la Biblia; en hebreo, su nombre significa "dulzura". Para los persas, era símbolo de alegría. Su nombre en griego significa "perfume" y, junto con la rosa, estaba asociado a Afrodita. El mirto se usaba en muchas celebraciones. En Roma incluso había una Venus Murcia, relacionada con Murtia, diosa del mirto. Olivo: está en el origen de Atenas y en el huerto de Getsemaní. Es símbolo de inmortalidad, de resurrección y esperanza. Dice el mito que cuando los persas cortaron el olivo sagrado del Erecteion, en Atenas, en una noche creció un palmo, para demostrar la fuerza de los atenienses. Fue el emblema de las Olimpiadas de 2004 en Atenas, para representar la importancia que tenía en la Antigüedad.
Olmo: estaba asociado a la muerte y a la idea del renacimiento. Los griegos decían que el primer bosquecillo nació a la vuelta de Orfeo del infierno. Era el árbol de Hermes, estaba consagrado a Saturno, y en Europa del Norte, era el árbol de los duendes que vigilaban los túmulos de los muertos. Palmera datilera: ha sido venerada en el Antiguo Egipto por sus dátiles y como símbolo de renacimiento. Su importancia era tan grande que pasó al cristianismo como símbolo de renacimiento. Hay muchas variedades; una de ellas, la palmera de Doum, Hyphaene thebaica, representaba al dios Thot y su semilla se ha encontrado en numerosas tumbas de los faraones; otra, la Roystonea o palma real, es árbol sagrado en Cuba. Pārijāta: árbol celestial de la mitología hindú, se identifica con el árbol del coral (Nyctanthes arbor-tristis). Aparece en el paraíso del dios Indra, entre otros mitos.
Pino: en el Antiguo Egipto, estaba relacionado con Osiris, que se personificaba en un pino para enseñar el cultivo de las vides y los árboles frutales. En Grecia y Roma estaba consagrado a Dioniso. El dios Pan aparece coronado con ramas de pino. En la mitología celta, es un árbol benévolo, que ayuda a descansar al viajero. Roble: por su grandiosidad, muchas culturas lo han considerado árbol de los dioses. Probablemente, Zeus descansara bajo un roble en lugar de bajo una encina, aunque es difícil diferenciarlos en los mitos porque ambos pertenecen al género Quercus. En Roma estaba consagrado a Júpiter. El dios Esculapio lleva un bastón con una rama de roble como símbolo de Zeus. En la mitología báltica, el dios Perkunas estaba consagrado al roble; como Perun en la mitología eslava. En la Galia celta, Esus era el dios del roble. Los robles sagrados son comunes entre los druidas, que usaban los árboles viejos para sus rituales. Entre los robles famosos se encuentra el roble de Mamre, en Hirbet es-Sibte, a 2 km al sudoeste de Mamre, en Cisjordania, Israel, también conocido como árbol de Abraham, donde cuenta la tradición que el profeta se encontró con tres ángeles.
Sándalo: es un árbol sagrado en Oriente, donde se asocia al Buda Amitābha, el de la luz infinita, del que se hacen las estatuas con madera de sándalo. Los rosarios budistas tibetanos se hacen de cuentas de sándalo, como los del Tantra budista. En China y Japón se quema en los templos, y en India en los de Shiva y Visnú. El sándalo despierta la kundalini y conecta los chakras. Sauce: en la mitología griega, Perséfone tenía un bosquecillo de sauces en el infierno, y la bruja Circe tenía un cementerio de sauces dedicado a Hécate. En la mitología sumeria, Bel era dios del sauce, convertido en Belenos en la mitología celta, donde el sauce estaba asociado a la muerte.
Tejo: árbol sagrado para los antiguos cántabros. Aún hoy se encuentran tejos milenarios en el centro de algunos pueblos de Cantabria, que eran lugares de reunión donde se celebraban las reuniones y concejos. El tejo es un árbol venenoso (hojas, fruto, savia...) y los antiguos guerreros cántabros en sus guerras contra el Imperio Romano llevaban siempre consigo un preparado del mismo para cometer suicidio en caso de caer en manos del enemigo. Zapis: es un árbol que en los pueblos de Serbia consideran sagrado y que suele hallarse en las cercanías. En su corteza, se graba una cruz y la gente acude al árbol, generalmente un roble, para rezar. Es una antigua tradición. Ziziphus spina-christi: se dice que es la especie de espino del que se hizo la corona de espinas de Jesucristo. Tiene una especial importancia para los judíos, pero también para cristianos y musulmanes.
En otros aspectos también se tienen los conceptos de: El árbol Cósmico que es, frecuentemente, un árbol invertido, un “árbor inversa”. Representa la Creación como un movimiento descendente. Las semillas espirituales del árbol se encuentran en el cielo, en el mundo divino, y su corona se extiende sobre el mundo. Unifica los tres niveles del cosmos en un “axis mundi”: Cielo (mundo de los dioses), Tierra (mundo de los hombres) y mundo subterráneo (mundo de los muertos, de las energías ctónicas). El Árbol Cósmico se ubica en el centro del mundo, en el Onfalos. Es el pilar central, la columna del centro, la cual apoya el mundo. El árbol se ubica entonces en un lugar sagrado. Los lugares sagrados antiguos forman un microcosmos: un paisaje de piedras, de aguas y árboles. La piedra indica aquí la duración y representa la realidad por excelencia, la indestructibilidad, lo estático. El árbol, con su renovar periódico, representa el poder sagrado de lo viviente; el agua y la fuente representan las fuerzas secretas del interior de la tierra, la semilla, la purificación. Ese paisaje microcósmico se reduce a un único elemento esencial: el árbol o pilar sagrado, que simboliza el cosmos.
El Árbol de la Vida fue considerado como encarnación del principio vital, por una parte, porque a través de su ciclo de las estaciones del año representa el retorno de la regeneración, y por otra parte, los coníferos siempre verdes son una encarnación de los principios inagotables y eternos de la vida. Por ello se ha mantenido hasta hoy en día en algunos lugares el rito de plantar un árbol al nacimiento de un niño, el cual le transmite su vitalidad. Además, el árbol aparece en muchas mitologías como portador de inmortalidad, es la planta que puede aportar la vida eterna, como el “Soma” de los Vedas o el “Haoma” del Avesta, que a veces se ve representado como fuente o bebida divina.
Los frutos del Árbol de la Inmortalidad o la planta o hierba que puede otorgarla son siempre difíciles de alcanzar. Suelen ser custodiados y protegidos por monstruos, como por ejemplo el Árbol de las Hespérides, o el Árbol de la Vida en el paraíso bíblico. Estos árboles se encuentran al final del mundo, o en el cielo, como el melocotonero P´an mou de los chinos, el cual ofrece los frutos de la inmortalidad, o en cualquier otro lugar inaccesible, como la Hierba de la Vida que Gilgamesh tiene que recoger del fondo del océano. El simbolismo resulta claro: la inmortalidad es difícil de adquirir, y se encuentra concentrada en un árbol o Pozo de la Vida, que se halla en un lugar difícil de alcanzar. El árbol está custodiado por un monstruo, y la victoria sobre ese monstruo tiene un significado iniciático: el héroe tiene que abrirse camino, tras haber pedido consejo a los “seres correctos”, y tiene que pasar por pruebas a través de las cuales tendrá el derecho a la inmortalidad. El árbol encarna, pues, la vida eterna.
De cualquier modo, es curioso constatar que hay árboles que viven más de mil años, y parecen prácticamente inmortales para los hombres. El Árbol del Conocimiento y El Árbol de la Vida se encuentran en estrecha relación. Sabiduría y conocimiento son difíciles de alcanzar, como la inmortalidad. Hay que realizar sacrificios inmensos y conseguir grandes victorias. Hay que alcanzar ese contacto directo con el Árbol del Mundo, el cual, a través de su función como axis mundi, posibilita la ascensión al mundo espiritual y la visión mística. El árbol sirve como canal hacia el conocimiento. Es el eje de la intuición, la fuente de la inspiración.
En el judaísmo: el árbol Sefirot en las enseñanzas esotéricas de los hebreos, la Cábala, se habla del árbol invertido como descripción del proceso descendente de la Creación. El Árbol Sefirot es una imagen de la creación, un diagrama de los principios que rigen todo el universo. Representa el descenso de las energías divinas en el mundo material y su nuevo ascenso. En lo más alto del árbol se encuentra la Corona, Kether. Es la unidad de la cual surgen las otras nueve emanaciones de lo Divino, los Sefirot, las Esferas de Dios. Los Sefirot son atributos, fuerzas y posibilidades de lo divino, los cuales nacen de la energía primordial, y escalón tras escalón, descienden en la materia, es decir, encarnan. El Árbol Sefirot está formado por tres columnas verticales. En la cúspide del que se ubica en el centro se encuentra Kether; en lo más alto del pilar derecho, Chochma, el principio masculino primordial; y en la cúspide del pilar izquierdo se encuentra Binah, el principio femenino primordial. Chochma y Binah representan así la primera dualidad, y los tres primeros Sefirot juntos (Kether-Chochmah-Binah) forman la Tríada Cósmica.
El árbol en máximas y refranes del saber popular: Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros, pero ya no producirá flores (Rabindranath Tagore). Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol (Martin Luther King). No hay árbol que el viento no haya sacudido (proverbio Hindú). ¡Alabad el árbol que desde la carroña sube jubiloso al cielo! (Bertolt Brecht). La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones! (Severo Catalina).
El árbol de las leyes ha de podarse continuamente (Anatole France). El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos: es su fertilizante natural (Thomas Jefferson). La falsedad es tan antigua como el árbol del Edén (O. Wells). No hay árbol recio ni consistente sino aquél que el viento azota con frecuencia (Séneca).
Interesantes refranes son: El que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija. El árbol ha de enderezarse desde pequeño. Reniego del árbol que a palos ha de dar fruto. Del árbol caído todos hacen leña. Árbol que crece torcido jamás su rama endereza. No hay árbol de tortillas. El que planta árboles, ama a los otros además de a sí mismo. Todo árbol es madera, pero el ocote no es caoba. Por el árbol se conoce su fruto. Árboles y amores, mientras tengan raíces tendrán flores. De tal árbol tal astilla.
En terreno de sequío no pongas árbol de río. Quien tiene árbol tiene pájaros. Árbol que no arraiga no crece. Al árbol frondoso y con fruto todos se quieren trepar. No cortes al árbol que te da sombra. Junto al agua cuando puedas, pon arboledas. Un árbol se corta en una hora y se cría en veinte años.
Hasta el árbol más grande se alimenta de lo que tiene abajo. Adecuadas plantaciones enriquecen las naciones. Cuando otro sufre, es madera que sufre. Del árbol del silencio pende el fruto de la seguridad (Proverbio árabe).
Conclusión:
El árbol siempre ha tenido una relación indisoluble con la vida humana desde la más remota antigüedad en muy diversos aspectos, uno de ellos el espiritual, como puede deducirse desde varias ciencias históricas y hechos materiales arqueológicos y gráficos entre otros. El término forma parte del lenguaje tanto científico como popular y bien se muestran las variadas dimensiones donde puede abordarse su estudio.
Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
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