EL MUNDO DEL SÍMBOLO: Aproximación a su estudio. (Ensayo).

EL MUNDO DEL SÍMBOLO
Aproximación a su estudio.
Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ.

Introducción:
Vivamos donde vivamos, estamos rodeados de símbolos, si estamos dispuestos a verlos, o bien, podemos pasar la vida ignorándolos, o abrir nuestra percepción ideo-emotiva más compleja, con  el fin de internarnos en su mundo (universo conceptual).  Cuando vemos en los objetos la representación de verdades o ideas profundas, empezamos a ser conscientes de la naturaleza multidimensional de la existencia, de sus niveles y modalidades exteriores e interiores. El hombre vive en sociedad, por eso los seres humanos nos relacionamos unos con otros, comunicándonos a través de mensajes.  De este modo en nuestra vida cotidiana vivimos rodeados de signos, símbolos y señales.  Los hombres que nos precedieron –griegos, romanos, egipcios, etruscos, etc. acumularon gran cantidad de conocimientos que no debían perderse. Los grandes sistemas filosóficos, éticos, religiosos, debían sobrevivir para el bien de las generaciones futuras. Pero ellos no tenían los medios de que disponemos para transmitir información.  Aun así, tenían que pasar sus conocimientos a la siguiente generación, y no perder lo que se  había aprendido con tanto esfuerzo.  La mera transmisión oral, tiene sus limitaciones, porque la información se va deformando, borrando, y frecuentemente olvidando con el transcurso del tiempo y  tras la sucesiva comunicación parcial o incompleta. Es usual y damos por sentado, que el significado de algo representado, es y siempre ha sido igual, sin variantes, con algunas posibles modificaciones, pero con la misma interpretación. En esencia, los símbolos, aun siendo hoy universales, con el tiempo se modifican o se distorsionan, perdiéndose su significado original, para dar paso a otros, adaptados a una nueva realidad. La simbología es el estudio de los símbolos o el conjunto de éstos. Un símbolo, por otra parte, es la representación sensorial de una idea que guarda un vínculo convencional y arbitrario con su objeto.   La noción de simbología se utiliza para nombrar al sistema de los símbolos que identifican a los diferentes elementos de algún ámbito. La electricidad, la química y la mecánica, entre otros ámbitos del conocimiento, tienen su propia simbología. Quien conoce la simbología de una especialidad, puede expresarse mediante los símbolos e interpretar diagramas o esquemas que apelen a los símbolos en lugar de las palabras. No obstante, el símbolo proviene de la totalidad del hombre y a él se dirige: razón y emoción, espíritu y cuerpo. Su sentido, no puede reducirse a la unidad organizada de los significados definidos con precisión lógica, por sus mutuas relaciones en el sistema en el que se constituyen.  Las diversas investigaciones sobre el símbolo, consideran sobre todo su naturaleza y funciones, su referencia a la realidad en la construcción de una visión del mundo, su aparición como imagen de cuanto en el fondo de la psique, ninguna palabra de significado determinado, puede expresar.

Objetivo:
El propósito básico de este trabajo, es mostrar un conjunto de conocimientos relativos al símbolo, que combinando diversas perspectivas  tanto históricas como  filosóficas, ofrezcan  una visión equilibrada en profundidad y extensión, de tal manera que permitan concebir  su mundo.

Antecedentes:
Durante mucho tiempo, el hombre sólo pudo comunicarse mediante sonidos. El conocimiento directo no duraba más de lo que duraba una vida. El hombre empezó a registrar la historia de lo que lo rodeaba haciendo dibujos en las paredes de las cavernas. Las pinturas de los objetos se convirtieron en símbolos o pictogramas.  Éstos muestran cosas y son muy representativos: el dibujo de un árbol significa un árbol, el de un toro significa un toro. Esencialmente, el lenguaje se componía completamente de sustantivos (gente, lugares y cosas), los cuales lo hacían muy fácil de aprender. Pero como la sociedad se desarrolló y se hizo más compleja, se hicieron necesarios los símbolos para aquellas cosas que no podían ser vistas. Los pictogramas adquirieron significados adicionales. Por ejemplo, el dibujo de una vaca podía significar vaca o riqueza, ya que en el comercio se usaba el ganado como valor. Luego los pictogramas se transformaron en símbolos no representativos, se hizo necesario que la gente aprendiera sus nuevos significados. Muchas de las ideas requirieron sus propios símbolos, se dio el siguiente paso, se crearon los ideogramas. Éstos describen ideas y acciones. Aunque algunos ideogramas eran parcialmente representativos, y se necesitaba más aprendizaje para entenderlos cuando estaban agrupados, en parte, debido a que eran esencialmente simbólicos. Este aprendizaje necesario, hacía que las sociedades se dividieran en dos grupos: los que entendían el sistema escrito y los que no. Se desarrolló un creciente conjunto de símbolos, que se hacía cada vez más difícil de aprender. No había conexión entre el lenguaje hablado y el escrito, así que la gente tenía que aprender dos sistemas que no estaban relacionados. Eventualmente, los ideogramas ya no satisficieron las necesidades de las sociedades cada vez más complejas. Se necesitaba un sistema más flexible. Los ideogramas y los pictogramas evolucionaron en nuevas las letras y símbolos, que podían encadenarse formando palabras a las que le daban significado. La capacidad de diseñar y utilizar símbolos le ha sido dada al hombre desde el comienzo de los tiempos, o dicho de otra forma, la naturaleza del hombre es sensible al influjo de los símbolos y él mismo es capaz de elaborarlos. Para que la influencia de los símbolos pueda ejercerse en nosotros, es necesario  primero que los reconozcamos como tales, para después acercarnos a su estudio, con una disposición receptiva, abierta, analítica e interpretativa. El símbolo produce sentido trasfigurando el mundo, con posibilidades de creaciones siempre nuevas e ilimitadas. Es lo que hace el lenguaje; ésta es su función –simbólica- en la articulación y la conceptualización de la realidad. La actividad simbólica es  propia del hombre como "animal symbolicum".

Las formas simbólicas: el lenguaje, el mito, la religión, el arte y  la ciencia, conforman el mundo en sus aspectos cualitativos, y cuantitativos, en la consciencia del hombre.  Por otro lado, considerando el aspecto etimológico: Símbolo deriva del latín: simbŏlum, y este del griego σύμβολον,  es la representación perceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención contextual y socialmente aceptada. Aristóteles afirmaba que no se piensa sin imágenes, y simbólica es la ciencia, constituyendo ambas las más evidentes manifestaciones de la inteligencia. Llamamos símbolo a un término, un nombre o una imagen que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente y obvio (C. Jung).  En su aspecto de sinonimia, símbolo remite a: signo, cifra, personificación, insignia, emblema, imagen, representación, efigie, fórmula, letra, ideograma, blasón.   Así, es posible ver que nuestra vida está llena de símbolos que ejercen una acción ordenadora de la conducta, constituyendo una trama invisible, conocida y aceptada por todos los miembros de una misma cultura, que hace posible la comunicación, la relación social; además los símbolos son el tejido del que está hecha la misma cultura de cada grupo, tanto como los grandes movimientos culturales o religiosos.  El interés por los signos ha dado lugar a un importante campo de estudio: la semiótica. Ésta trata tanto la función de los signos en el proceso de comunicación, como el lugar de los síntomas en el diagnóstico médico. En la comunicación, los signos y señales aparecen, en general, en estructuras similarmente ilógicas. A veces requieren un planteamiento intuitivo que extraiga su sentido y por consiguiente, los haga susceptibles de interpretación. Intuición, inspiración, resolución de problemas... como quiera que lo denominemos, esta actividad no posee ninguna lógica, ningún patrón previsible. De la organización de signos inconexos, surge la liberación de la lógica hacia el salto de la interpretación. Lo podemos llamar inspiración, pero es una forma particular de inteligencia. Es la aptitud esencial de cualquiera que debe organizar información diversa y extraer un sentido de ella.

Desarrollo: 
En la evolución de las formas de comunicación humana, en particular la del desarrollo del lenguaje hablado a la escritura, los signos visibles representan la transición de la perspectiva visual a través de las figuras y  pictogramas, en señales abstractas. Sistemas de representación capaces de transmitir el significado de conceptos, palabras o sonidos simples.  Los símbolos transmiten ideas en las culturas ágrafas. Su utilidad no es menor que entre las alfabetizadas, sino mayor.  Por su parte, en las interpretaciones psicoanalíticas, el símbolo es considerado revelación de los estados profundos de la psique, y se interpreta en relación con éstos. Hay, pues, una interpretación no "literaria", que es más bien componente de una teoría particular de la psique.
Por otra parte, la noción de símbolo es el elemento esencial de la filosofía de la cultura de Cassirer.  En la antropología filosófica distingue entre lo que llama señales y los símbolos. Las señales forman parte del mundo físico del ser. Son operadores que hacen referencia a eventos físicos y la relación de la señal con lo señalado es una relación estable. Los símbolos, por el contrario, forman parte del mundo humano del sentido. Son designadores que tienen únicamente un valor funcional. No son rígidos e inamovibles, sino que tienen una cierta flexibilidad, aunque no son arbitrarios. El significado de cada símbolo es intrínseco a sí mismo y no se debe entender por referencia a otro objeto distinto de sí.  Por otra parte, se pueden descubrir dos fuentes del concepto de símbolo: la teoría estética de Vischer y la física y mecánica de Hertz.  Ambos sostienen que lo que la mente puede conocer depende de los símbolos que crea. Cassirer define el símbolo como «una realidad material que indica otra cosa. Es algo sensible que se hace portador de una significación universal, espiritual» Se trata de «un contenido individual, sensible, que sin dejar de ser tal, adquiere el poder de representar algo universalmente válido para la conciencia» y así, en el símbolo, se produce la «síntesis de mundo y espíritu».  Las principales características del símbolo —o forma simbólica— son los siguientes: — Se ordena al conocimiento; es un órgano del conocimiento, que no permite la separación entre el signo y su objeto. No es sólo una construcción mental, sino una función dinámica o energía para la formación de la realidad, y para la síntesis del yo y su mundo. El símbolo es entendido como un instrumento para la creación del significado dentro del ámbito de la experiencia;  Tiene una función fijadora, generalizadora, representa a un conjunto de elementos en un punto concreto; Solamente es significativo cuando ocupa un lugar dentro de un sistema simbólico, pero no aisladamente;  Es fruto de la actividad conformadora humana que se despliega en diferentes direcciones, dando origen a diversos modos de simbolización como son el lenguaje, el arte, el mito, etc.;  En resumen, la función simbólica, es decir, la creación de símbolos, es una capacidad exclusiva y específica de la consciencia humana que consiste en la transformación de un contenido individual sensible de manera que, sin dejar de ser tal, adquiera el poder de representar algo universalmente válido para la consciencia.

Características de los símbolos y signos:   Entre signos y símbolos hay diferencias: Los signos son comprendidos por los seres humanos y algunos animales, (como los signos gestuales).  Los símbolos son específicamente humanos. Los signos señalan, son específicos, tienen un sentido, una significación en una circunstancia.  Los símbolos tienen un significado más amplio. Turner distingue también tres propiedades distintas en ellos: condensan muchas cosas y acciones en una sola formación, unen significados dispares mediante analogías o asociaciones mentales, poseen dos polos de sentido: uno ideológico (relacionado con el orden social y moral, las normas y los valores de la sociedad) y otro sensorial (relacionado con procesos y fenómenos naturales y fisiológicos; provocan deseos y sentimientos).  Por otra parte, en el desarrollo actual de la semiótica, se aclaran algunas diferencias existentes entre ellos. El signo es unidad de significante y de significado, que son elementos por su naturaleza no homogéneos. Su relación, que es la significación, es inmotivada, porque ninguna secuencia de rasgos gráficos o de fonemas es homogénea con el significado que expresa; es también necesaria para constricciones del código particular que instituye aquella función sígnica: significante y significado son necesarios el uno al otro, y sólo pueden existir por su interdependencia. En cambio, el símbolo, está constituido por una relación motivada, porque entre simbolizante y simbolizado, existe asociación de significantes o de significados homogéneos. La asociación supone estos dos elementos homogéneos, y por tanto supone signos; el símbolo es justamente uso de signos, aunque el signo se instituya en el momento mismo de su uso en la  simbolización. Al poder existir simbolizante y simbolizado sin su relación, ésta no es necesaria; la establece el que utiliza los signos a causa de la homogeneidad que percibe y expresa.

Estudio de los símbolos.  Los símbolos pueden componerse de información realista, extraída del entorno, fácil de reconocer, o también por formas, tonos, colores, texturas... elementos visuales básicos que no guardan similitud con los objetos del entorno natural. No poseen ningún significado, excepto el que se les asigna. Existen muchas formas de clasificar los símbolos; pueden ser simples o complejos, obvios u oscuros, eficaces o inútiles. Su valor se puede determinar hasta donde penetra la mente en términos de reconocimiento y recuerdo. Turner distingue dos tipos de símbolos rituales, a los cuales denomina "dominantes" e "instrumentales" respectivamente.  Los símbolos dominantes poseen un significado constante y consistente dentro del sistema simbólico, tienen autonomía respecto a los fines rituales y no cambian con el tiempo. Los símbolos dominantes sirven de unión entre la estructura social y la cultural. Constituyen fines en sí mismos, es decir, son valores axiomáticos. Estos símbolos están ligados normalmente a entidades espirituales o fuerzas. Turner pone como ejemplos: el lugar de salutación (primer árbol) o los altares en los rituales de aflicción relacionados con la acción de los espíritus de los muertos (akishi) considerando igualmente el "árbol de la leche" y el "árbol rojo" en el mismo ritual.  Aquí es posible apreciar uno de los mecanismos y génesis del simbolismo, en el caso del árbol. Es decir, el árbol representa un poder, tanto en cuanto tal (sus características físicas, tamaño, textura, antigüedad, forma, etc.), como en sus implicaciones cosmológicas. En la mentalidad arcaica, la naturaleza y el símbolo coexisten. Se imponen a la consciencia religiosa por su propia substancia y su forma,  siendo que fueron –escogidos- (por algo superior), y por esto es que fueron revelados.  Nunca ha sido adorado un árbol nada más por sí mismo, sino por lo que a través de él se revelaba, por lo que implicaba y significaba. 
Nell Parrot (hablando del árbol en Mesopotamia) refiere: ((No hay culto del árbol mismo. Bajo esa figuración se esconde siempre una entidad espiritual)). En virtud de su poder (validado a su vez por su ontología), si el árbol está cargado de fuerzas sagradas, es que es vertical, que crece, que pierde sus hojas y las recupera, y por consiguiente se regenera (¨muere¨ y ¨resucita¨), tiene látex… etc.  Estas validaciones tienen su origen en la simple contemplación (es decir, con una especie de subordinación a un prototipo no necesariamente vegetal). Así adquiere el árbol su sacralidad (manifiesta una realidad extrahumana). El árbol así, puede convertirse en el símbolo del universo, y es el universo porque lo repite, lo resume al mismo tiempo que lo simboliza, así que la realidad que simboliza le es incorporada. Los símbolos instrumentales, por el contrario, son considerados medios para la consecución de fines en cada tipo de ritual. Un ejemplo de este tipo de símbolos son los frutos y las raíces de algunas plantas (que representan niños) utilizados en los rituales de fertilidad, como en el caso de las mujeres ndembu.

Símbolo y otras figuras. A veces se considera afín al símbolo, la semejanza. Es ésta una asociación de dos realidades constituida mediante la expresión de su relación. Como en el símbolo, la asociación es por homología consiguiente a una traslación semántica. La semejanza difiere del símbolo, porque en éste lo simbolizado está presente sólo por medio de lo simbolizante y en ello, mientras que en aquélla, los dos términos correlativos están ambos presentes de modo manifiesto, y en la misma expresión de su relación se evidencia la distinción singular. No obstante, considerando otro de sus aspectos, y en lo filosófico del arte, Gadamer plantea que la esencia de lo simbólico es el autosignificado. Es en este punto que retoma al filósofo Hegel, quien plantea lo bello en el arte como la apariencia sensible de la idea, ésta se hace verdaderamente presente en la manifestación sensible de lo bello. Gadamer se distancia de lo anterior con la idea de que lo simbólico reposa sobre un juego de contrarios de demostración y ocultación. De ahí que la obra no se reduzca a la simplicidad de mero portador de sentido, pues el sentido de la obra radica en que la obra misma está ahí. Y posibilita que lo universal ocupe un lugar en lo particular, sin que necesariamente éste tenga que pronunciarse como universal. Es así como lo simbólico no remite al significado sino que representa el significado mismo. 
Sin embargo, para Ricouer el símbolo es como una expresión de múltiples sentidos, con una doble región de sentido en la cual se instala el símbolo. Al ser de doble sentido, el símbolo requiere de una interpretación. Por otra parte, trata el símbolo a partir de dos definiciones: una 'amplia' en la que la función simbólica es estudiada a partir de los planteamientos de Cassirer.  A la  definición amplia se añaden tres 'zonas de emergencia': la fenomenología de la religión, lo onírico y la imaginación poética.  La segunda definición es la 'estrecha' en la que el símbolo es visto a partir del nexo de sentido a sentido que provee la analogía. Respecto a las tres 'zonas de emergencia' hay dos que denotan una significación especial, las que tiene que ver con la imaginación poética y fenomenología de la religión, en esta última se anuncia un componente esencial en la investigación de Ricoeur: el lenguaje. El símbolo en la fenomenología de la religión está ligado a los ritos y a los mitos que constituyen el lenguaje de lo sagrado, los símbolos no se presentan como valores de expresión inmediata sino que están inscritos en el universo del discurso donde adquieren realidad simbólica, es entonces, por medio del lenguaje, y concretamente de la palabra, que la expresividad cósmica de la fenomenología de la religión se puede expresar. Así mismo en la imaginación poética, que comprende la importancia de la imagen como vehículo para dar fuerza verbal a la expresión, se imponen el lenguaje y palabra como medios para poder expresar al símbolo. En este sentido, entendemos que es por medio del lenguaje, que el símbolo puede hacerse real, entendiendo posibilidad de realización no realidad material, sino realidad expresiva.  La teoría de la literatura reconoce en el símbolo una característica constitutiva de la obra literaria. El análisis simbólico interpreta el símbolo por su función en la unidad orgánica que es toda obra literaria, y son las huellas estilísticas propias de la obra los indicios de la función articuladora y estructurante del símbolo. La unidad individual de la obra literaria resulta de muchos procedimientos estilísticos, que comprenden ya sea, por ejemplo, las metáforas o las imágenes, los que bien  pueden asumirse en asociaciones simbólicas.

Definiciones  y conceptos:   Si bien, como hemos visto,  de «símbolo» se han dado gran cantidad de definiciones, como la que planteó C. Jung : «Un símbolo real, a saber: es la expresión de una entidad desconocida». Se puede decir que «el símbolo es un caso límite del conocimiento indirecto» (Durand), es decir, su aspecto concreto, su apariencia sensible  expresa un significado ausente.  El signo refiere, el símbolo representa.   La palabra «símbolo» proviene también  de las raíces griegas syn (junto) y ballo  (tirar).  Un símbolo es, etimológicamente, una unión que conecta dos elementos dispares en nuestra mente. El símbolo tiende a enlazar, a suturar en donde hay un límite o una fractura. Por eso, «toda sutura es simbólica y todo símbolo ha de ser comprendido como vínculo o sutura» (Lanceros).  Como subraya Beuchot, el símbolo concilia y armoniza las orillas de la naturaleza humana: «De alguna manera el símbolo alude tanto a la parte afectiva como a la parte cognoscitiva del hombre. Las une, las junta, las conecta, como es su labor hacer: la de conectar, es un conector, un mediador».  Una cualidad esencial del símbolo es su inconclusión. Cuando interpretamos símbolos es necesario asumir que se trata de una entidad ambigua por definición, que no agota nunca por entero su significación. Podemos aspirar a una lectura que se acerca, que lo asedia, pero que nunca lo concluye.

Según Ricoeur, el símbolo es una estructura de doble sentido que posee un momento semántico y uno no semántico. El momento semántico está representado por la relación entre el sentido «literal y el sentido figurativo de una expresión metafórica» es la comprensión del sentido literal lo que nos permite ver que un símbolo proyecta más sentido: «Sin embargo, para aquel que participa del sentido simbólico, realmente no hay dos sentidos, uno literal y el otro simbólico, sino más bien un solo movimiento, que lo transfiere de un nivel al otro y lo asimila a la segunda significación por medio del literal». Los símbolos se caracterizan por su tendencia a la redundancia, en tanto que sólo lo que se repite es significativo.  Así también, lo define J. Vidal como «pregnancia», es decir, su naturaleza equiparable a un «laboratorio de energía» con enorme capacidad concentradora de sentido, lo que le permite convertirse  en un «condensador semiótico» (Lotman). A diferencia de los emblemas, también designados regalías, término con dos significados.  Por jura regalía se conocieron los derechos inherentes y exclusivos del poder soberano. También designan un conjunto de objetos simbólicos de realeza. Cada monarquía posee los suyos, a los que se atribuye un pasado a menudo legendario. Se conservan como tesoros, a los que se van incorporando elementos. En Francia se custodiaban en la abadía de Saint-Denis, necrópolis de los reyes franceses. En el Sacro Imperio Romano Germánico, el primer inventario conocido de los regalia imperiales se remonta al siglo XIII. Junto con la espada, funcionalmente eficaz para la lucha, hay otros dos puramente ceremoniales: la corona y el cetro.   Por otra parte, Alegoría, del griego allegorein «hablar figuradamente», se define como la representación en la que las cosas tienen un significado simbólico y  es una figura literaria o tema artístico que pretende representar una idea valiéndose de formas humanas, animales o de objetos cotidianos. Entendida como composición literaria o representación artística que tiene sentido simbólico. La alegoría pretende dar una imagen a lo que no tiene imagen, para que pueda ser mejor comprendida por la generalidad. Dibujar lo abstracto, hacer «visible» lo que solo es conceptual, obedece a una intención didáctica. Así, una mujer ciega con una balanza, es alegoría de la justicia, y un esqueleto provisto de guadaña es alegoría de la muerte. El creador de alegorías suele esforzarse en explicarlas para que todos puedan comprenderlas. Por su carácter evocador, se empleó profusamente como recurso en temas religiosos y profanos. Fue usada desde la antigüedad, en la época del Egipto faraónico, Grecia, Roma, la Edad Media o el Barroco...contra la desafortunada confusión entre símbolo y alegoría. La alegoría es una representación más o menos artificial de generalidades y abstracciones perfectamente cognoscibles y expresables por otras vías. El símbolo es la única expresión posible de lo simbolizado, es decir, del significado con aquello que simboliza. Nunca se descifra por completo. La percepción simbólica opera una transmutación de los datos inmediatos (sensible, literales), los vuelve transparentes. Sin esta transparencia, resulta imposible pasar de un plano al otro. Recíprocamente sin una pluralidad de sentidos escalonados en perspectiva ascendente, la exégesis simbólica desaparece, carente de función y de sentido» (Henry  S. Corbin).  En el mismo sentido, alegoría es "enunciado de otra cosa" de aquello para lo cual se usan las expresiones según la codificación lexical. En la metáfora y en la metonimia hay traslación semántica; en la alegoría pura, los vocablos conservan los significados codificados en el léxico, pero ahora son unidades de otro código. Como los vocablos conservan su significado, el enunciado constituido por ellos, se refiere a la realidad para la cual son usados, según el léxico de la lengua; pero, en realidad, debido a la superposición del otro código, no existe ya referencia a la primera realidad, y el enunciado resulta ser "otro". A menudo coexisten traslación semántica y alegoría en la misma expresión. Esta es la razón de las diferentes interpretaciones de una expresión figurada, y de la afinidad entre símbolo y alegoría, en virtud de los lazos entre traslación semántica y uso del signo en la simbolización.

El análisis semiótico. Después de los estudios semióticos de Pierce y de Morris, la semiótica tuvo un gran desarrollo por influjo de la lingüística estructural iniciada por Saussure. La semiótica general y la neorretórica  han determinado la función sígnica, sus producciones en la comunicación y las relaciones particulares que constituyen las varias traslaciones semánticas. La naturaleza y las características del símbolo han sido así determinantes en una investigación de mayor adecuación interpretativa.  En  varios momentos del análisis, el símbolo es interpretado por la posición que ocupa en la acción y en las relaciones figurativas; y luego por las relaciones lógicas de sus grandes unidades semánticas, las cuales, integradas en la estructura de las relaciones lógicas fundamentales son su valor en la producción de sentido. Estos análisis no agotan la interpretación del símbolo. Pues éste produce sentido no por la simple composición de las unidades semánticas de los signos que aparecen, sino mediante la asociación de dos realidades, sobre la base de las homologías de los significados, a fin de que la experiencia que se tiene de una de ellas, el simbolizante, sea vehículo de la experiencia del otro, el simbolizado.  Entonces ninguna red de relaciones lógicas determinadoras de significados puede agotar el valor del símbolo.

En historia del arte es la representación artística de ideas abstractas por medio de figuras o atributos. Son características las alegorías del pintor flamenco El Bosco, en El carro de heno o El jardín de las delicias.   Con relación  al Icono, esta es  una palabra procedente del griego eikón, que puede significar una imagen, símbolo o pintura religiosa característica de las iglesias ortodoxas, un concepto en el ámbito de la semiología y la semiótica, o una representación visual a nivel informático. En el campo de la semiología y la semiótica, un icono es un signo visual que representa otro objeto por ser semejante a él. Gracias a esta relación de similitud, el icono puede sustituir a lo que representa. A nivel popular, un icono puede ser también una persona muy importante y reconocida en su área de trabajo. Por ejemplo, un icono del mundo de la música o del deporte es una persona cuyo desarrollo en esta área es ampliamente reconocida. En informática, un icono es la representación visual de un programa o una aplicación. El icono es un elemento importante de la interfaz de un sistema operativo, que facilita la identificación del objeto por el usuario. Por otra parte, como el símbolo existe para lo simbolizado, que es otro, diverso y desconocido, es palabra que resuena eficazmente en el silencio que la ha precedido y que todavía la rodea. Pues es cierto que revela lo simbolizado; pero el valor pleno de la homología asociativa se captaría sólo en el conocimiento total de lo simbolizado, que, sin embargo, permanece desconocido en el resto de su realidad. La luz del símbolo resplandece siempre en la sombra que perdura y se proyecta de lo simbolizado. Y ésta es la condición misma de la existencia del símbolo: para un sentido del todo manifiesto, un símbolo no puede ser verdadera comunicación nueva. 

Las funciones del símbolo. Este tiene su puesto en la vida psíquica, que se compone de las experiencias del hombre indiviso. El símbolo es conocimiento típico del hombre. En él se da ya sea la abstracción del dato empírico en los conceptos y en el establecimiento de relaciones no reducibles a la experiencia, ya la constante operatividad de la imaginación como exigencia de lo concreto. El símbolo es también vehículo de revelación para el hombre compuesto de cuerpo y espíritu.  En él la experiencia inmediata y concreta del simbolizante remite a otra realidad que hay que experimentar: de lo sensible, y por tanto de fácil experiencia, a lo espiritual, menos accesible. Frente a ésto la función reveladora del símbolo estriba también en su capacidad de expresar un sentido que sin embargo, no es definido con claridad; su luz no ilumina del todo, ni siquiera aquella realidad de lo desconocido, que no obstante, es simbolizada, y ello justamente porque lo es según la experiencia global. Con esto enlaza también la posibilidad de interpretaciones múltiples.

Además, la permanencia de desconocido en que se encuentra el símbolo es también su posibilidad de expresar otras homologías, de decir más. La unidad de luz y de sombra en el símbolo y la asociación por él realizada, que ponen en movimiento a la vez las capacidades intelectivas y los sentimientos suscitados por la realidad simbolizada, por lo que son las razones de su eficacia comunicativa y de lo inadecuado de una interpretación para expresar todo su contenido. El símbolo está siempre dispuesto a nuevas y múltiples interpretaciones que no sean disfraces, no sólo porque también él puede y debe ser releído y reinterpretado como toda expresión, sino sobre todo , porque se da en él, la sobreabundancia, expresable en interpretaciones múltiples, de la participación de la experiencia del conjunto, incluso emotiva, de la realidad tanto simbolizante como simbolizada. El símbolo está  en su origen y motivación dado por la homología de los significados, pero la percepción de ésta en la construcción del símbolo depende de factores culturales y personales de órdenes diversos e inconmensurables. Por eso el símbolo es asociación imprevisible y autónoma. Pero al mismo tiempo la motivación no le garantiza al símbolo la perennidad y la universalidad; e incluso su valor específico, a la vez que solicita la interpretación, lo condiciona a las circunstancias en las que se lo interpreta. Imprevisibilidad y autonomía no significan irracionalidad y anarquía; al contrario, el símbolo, en su movilidad y en la multiplicidad no del todo abarcable,  de las relaciones entre los términos de la asociación, es presencia bien definida en la psique y en la comunicación por cohesión y organización internas.

Conclusión:
El mundo del símbolo es un área amplia y profunda, con límites vagos, en constante cambio espacio-temporal, histórico y socio-cultural, que permite según sea el conocimiento del mismo, encontrar relaciones, apreciar realidades que de otra forma no se observarían. Es un medio que abre nuevos horizontes y ayuda a desentrañar otros mundos lejanos en el tiempo, sin bien, es complejo, aporta interesantes perspectivas al conocimiento del hombre y el lugar que ocupa en el universo.

Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
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