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HITITAS: Origen y evolución.
Su origen y evolución.
El estudio de la historia antigua está destinado a ser constantemente ampliado, renovado y transformado, en especial por los datos nuevos que frecuentemente aportan las investigaciones de las ciencias que lo nutren, como la arqueología, antropología, lingüística, filología, técnicas de datación, epigrafía, y análisis comparativo, entre otros más. Abordar las civilizaciones e imperios de épocas remotas, no es una tarea fácil, requiere fuentes fidedignas, referencias amplias y objetivas, datos recientes, análisis críticos y comparativos entre diversas ciencias, hasta el interés personal y la imaginación que arrobe, emocione y motive a internarse en la dimensión de culturas que viven en el tiempo y espacios del pasado.
Objetivo :
La idea básica que guía estas consideraciones es proporcionar una visión sintética de la Civilización e Imperio Hitita, a modo de introducción preparatoria que sea de utilidad al interesado en emprender estudios de mayor profundidad, o en su defecto, ser un trazado de líneas generales que permitan apreciar esta gran Cultura.
Consideraciones preliminares:
Primeros documentos y traducciones.
Las primeras fuentes importantes sobre los hititas proceden de documentos egipcios, principalmente los de la XIX Dinastía, y de pasajes de la Biblia. El primero de estos pasajes, en los que a los hititas se les denomina "Hijos de Heth", probablemente se refieran al periodo del Reino Hitita. Aunque pasajes posteriores aluden a los siro-hititas. En 1906, en unas excavaciones en Bogazköy, se descubrieron los archivos reales de los hititas. Este descubrimiento suscita dudas acerca de muchas evidencias egipcias. Por ejemplo, algunas contiendas militares se mencionan como victorias para los hititas, mientras que en los documentos egipcios, las mismas contiendas se identifican como derrotas hititas, así en la época imperial tenemos la batalla de Qades en el 1296 a.C. y un tratado firmado entre Ramses II y Hattusili III datado en 1280 a.C.. El descubrimiento de los archivos fue particularmente importante porque permitió a los eruditos descifrar la lengua hitita, y además se revelaba información sobre aspectos anteriormente desconocidos de esta cultura, como su organización política, legislación, religión y literatura. La mayoría de los textos encontrados en los archivos estaban escritos en lengua hitita, aunque los tratados y las cartas de Estado estaban escritos en acadio, idioma internacional del periodo. Otros textos estaban escritos en lengua hurrita del sureste de Anatolia y norte de Mesopotamia, idioma no relacionado con ningún tronco lingüístico conocido. Los hititas utilizaron el sistema cuneiforme de escritura adoptado de los babilonios, aunque también emplearon un sistema de jeroglíficos para inscribir un idioma muy relacionado con el hitita, probablemente un dialecto luvita. Aunque los jeroglíficos se utilizaron durante el periodo del imperio, la mayoría de las inscripciones pertenecen al periodo posterior a su caída. La literatura de los hititas estaba muy desarrollada, según muestran los documentos históricos y las narraciones.
Situación Geográfica:
El corazón del Imperio hitita –llamado comúnmente País de Hatti– estaba situado en el recodo del río Kizil Irmak (Marrasantiya en lengua hitita), donde se hallaba la capital Hattusa. Construida lenta y progresivamente a los largo de cientos de años, encima de un rocoso promontorio entre dos escarpados desfiladeros, y en sus últimas edificaciones, circundada por muros dobles coronados de almenas de madera y ladrillo con ventanas y torretas almenadas para los arqueros. Era una ciudadela de roca totalmente infranqueable e inexpugnable para cualquier enemigo o atacante, y durante su apogeo en el siglo XIII a.C., Hattusa abarcó alrededor de 414 acres. Fue un gran centro neurálgico que se desarrolló en todo su esplendor alrededor del periodo comprendido entre los años 1400 y 1200 a.C. Situada en el centro de Anatolia, la ciudad contaba con extensos bosques y una gran extensión fértil, pero los ríos de la zona no eran navegables, la ciudad estaba completamente fortificada, rodeada por una doble muralla y reforzada por torreones. En 1986, la UNESCO declaró el enclave, Patrimonio de la Humanidad. Se encuentra en la República de Tuquía, la cual fue durante mil años el eje principal del Imperio Bizantino y durante otros quinientos el centro del Imperio Otomano, hoy forma parte del flanco sureste de la alianza de la OTAN. Se compone de una parte europea llamada Tracia oriental, y una asiática, la península de Anatolia y la Armenia turca.
Origen y antecedentes:
Volviendo a la ciudad de Hattusa, en la actualidad, los restos que se conservan dan muestra del esplendor de la civilización hitita. La entrada mejor conservada es la denominada Puerta de los Leones. Por otra parte, algunas estimaciones refieren que el nombre de Hatti proviene de las crónicas asirias que lo identificaban como el "País de Hatti" (Chati), y por otra, los egipcios les denominaban "Heta", que es la transcripción más común del jeroglífico "Ht" (la escritura egipcia carecía de vocales). Sin embargo, según las referencias bíblicas, este término era el llamado "Hittim", que Lutero traduciría al alemán como "Hethiter", los ingleses lo convirtieron en "Hittites", mientras que los franceses los denominaron primero "Héthéens" para terminar llamándoles del mismo modo que los ingleses, "Hittites". "Hititas" es el término general que se usa en español, aunque también se ha usado el de "heteos", pero es poco frecuente y ya no se usa. Las referencias en la Biblia sobre los hititas las encontramos en Josué (3,10), Génesis (15,19-21) y (23,3). Números (13,30) y Libro II de los Reyes (7,6), así también, en el libro 2 de Samuel, (11, 1-21), se hace referencia a Uría el hitita, combatiente de los ejércitos del rey David, y esposo de Betsabé. No obstante, se debe considerar previamente a los Protohititas, en la época de las colonias comerciales asirias (3.000-1.750 a.C.) donde Anatolia alcanzó su punto culminante, en lo que a metalurgia se refiere, durante la Edad de Bronce Superior. El mayor desarrollo se observa en las últimas fases de esta época, especialmente en el norte de Anatolia Central. Los mercaderes asirios que vivían en el norte de Mesopotamia, entre los años 2.000-1.750 a.C., formaron la primera red comercial, y en este sentido estableciendo colonias en Anatolia. El centro de este comercio era el "Karum-Kaniş" de KüItepe en Kayseri. Por otra parte, Anatolia, rica en minas de cobre, plata y oro, era pobre en estaño, mineral necesario para la aleación del bronce. Por ello los materiales traídos por los mercaderes (estaño, telas y perfumes) se convirtieron rápidamente en los productos principales de este comercio. Ellos trajeron consigo la escritura a Anatolia. Han sido descubiertas tablillas cuneiformes escritas en asirio, que revelan parte de la historia, costumbres y lugares de este pueblo. Su primera capital fue Kusara, pero se trasladaron a Nesa y luego, como se ha dicho, a Hattusa, de donde tomaron el nombre. Así, progresivamente los hititas se instalaron en Anatolia hacia el año 2000 a.C. pero en realidad eran un conglomerado de tribus con una herencia cultural común; una de estas tribus, los nesitas, conquistó la ciudad de Hattusa hacia el año 1700 a.C, pasando a ser los hititas por antonomasia, al fundar desde dicho asentamiento un gran imperio. Fueron uno de los pueblos que intentaron dominar Mesopotamia. Por su posición dominaron las vías de comunicación entre Oriente y Occidente, y por esto mismo su cultura fue muy heterogénea, ya que había asimilado elementos de todas las civilizaciones limítrofes. Esto les permitió difundir la metalurgia y en general, los avances tecnológicos y novedades culturales. Aunque la teoría más común sobre el origen de los hititas es que una serie de tribus de habla indoeuropea emigraron desde Europa a Anatolia, mezclándose con (o conquistando) a las civilizaciones locales, para acabar formando una cultura común. Destaca particularmente la posibilidad de que el origen de los elementos indoeuropeos esté relacionado con la cultura de Kurgan (del ruso Kourga, que describe las tumbas de la élite de esta cultura), civilización del V milenio a. C., que con toda probabilidad hablaba una lengua próxima al indoeuropeo original, y se extendía por las llanuras entre Dnieper y el Volga. Aunque los reyes hititas creían ser descendientes de Anitta, caudillo del siglo XIX a.C en Asia Menor. Sin embargo, algunos historiadores, como Collin Renfrew, creen que los indoeuropeos llegaron a Anatolia por el este; y aún otros especialistas sostienen que en realidad nunca hubo una influencia cultural indoeuropea más allá del idioma nesita, ya que existe una evidente continuidad entre los primitivos asentamientos de Katalkuyuc y la civilización posterior. En fin, las investigaciones y análisis continúan, y bien podemos considerar la historia de los hititas como la de este pueblo de la Antigüedad asentado en la península de Anatolia. Alrededor del siglo XVIII a. C. que fundaron un reino con capital en Hattusa, donde este núcleo limitaba al norte con las tribus kaskas, al sur con Kizzuwadna, al este con Mitanni y al oeste con Arzawa. En el momento de máxima expansión hitita, Kizzuwadna, Arzawa y una parte importante del territorio gasga fueron incorporados al Imperio, que incluía, además, una buena parte (o la totalidad) de Chipre y diversos territorios en Siria, donde el reino hitita limitaba al este con Asiria y al sur con Egipto. Con el tiempo, llegó a convertirse en una de las grandes potencias de Oriente Próximo, junto a Mitani, Egipto y Asiria, abarcando, en el momento de su máxima expansión (siglo XIII a. C.), prácticamente toda Anatolia y partes importantes de Chipre, Siria y Mesopotamia. Los hititas desaparecieron bruscamente de la historia durante la embestida de los pueblos del mar, aproximadamente en el año 1200 a.C. y que trataremos más adelante. No sin antes aclarar, los problemas de la cronología.
Es decir, la cronología es la disciplina auxiliar de la historia que se encarga de la datación de los hechos históricos en términos absolutos . Para lograr esa datación absoluta, o sea situar en nuestro calendario datos acaecidos en el pasado y registrados bajo otros calendarios . El problema radica en que los hititas en sus crónicas no establecen una cronología de su historia, sino de cada uno de sus reyes, por lo que para conocer la fecha de un hecho hitita debe de relacionarse con una fecha conocida de la historia mesopotamica o egipcia. Para establecer esos sincronismos tenemos dos tipos de datos , por un lado los fenómenos astronómicos y por el otro los hechos históricos entre ambas culturas . De entre estos últimos tenemos datadas fechas referente al Reino Antiguo la toma de Babilonia por Mursili I datada en 1595 o 1535 a.C.; y referente a la época imperial tenemos la batalla de Qades en el 1296 a.C. y un tratado firmado entre Ramses II y Hattusili III datado en 1280 a.C. Tradicionalmente, la historia hitita se ha divido en tres partes: el reino antiguo, donde los hititas edificaron un poderoso reino; el reino medio, una etapa bastante oscura y con cierta decadencia de la fortaleza hitita, y el reino nuevo, donde los hititas alcanzan la categoría de imperio y su máxima expansión. De esta manera, éstos son los grandes periodos de la historia hitita, el llamado Reino Antiguo (aprox. 1700-1500 a.C.) y el Reino Nuevo o Imperio Hitita (apox. 1400-1180 a.C.), separados por un oscuro periodo de cien años, a veces llamado Reino Medio.
Evolución y desarrollo:
El Reino Antiguo. (1680-1430 a.C.)
Las primeras noticias del estado Hitita se inician con dos reyes, Khattushili I y Murshili I, cuya época se sitúa alrededor del siglo XVII a.C., momento en que se llevó a cabo la unificación de los reinos. El antecedente de este proceso fue protagonizado por Anitta de Kushushara, cuyas acciones bélicas en años anteriores habían culminado en la destrucción de Khattusha y el traslado de la capital a Nesha/Kanish. Será tras un nuevo proceso bélico cuando Khattushili I traslade la capital a Khattusa y adopte su nombre para el inicio de la dinastía. Si bien, el anterior proceso de formación del estado antiguo hitita se basa en noticias que aparecieron en textos poco fiables. Tradicionalmente, se pensó que el reino empezó con una pareja real formada por Labarna y Tawananna pero, en realidad, tal y como luego se demostró, estos nombres son los títulos que se aplicaban al rey y a la reina en general. Su estructura social y política estaba regida por el rey, luego venía una asamblea de nobles llamada Panku y las aldeas eran controladas por un consejo de ancianos. Por debajo de esta estructura de poder, se encontraban los agricultores y los artesanos. En el último estrato de la sociedad estaban los esclavos, los cuales tenían unas condiciones de vida bastante dignas en comparación a otras civilizaciones de la antigüedad. En este mismo sentido, también es importante que este reino corresponde con las fases iniciales del reino hattusa, del que poco se sabe si no fuese por el rey Telebino que escribió 150 años después del inicio de este periodo, donde menciona a tres monarcas: Labarna I,Hattusil I y Mursil I. En este documento se dice que el verdadero fundador del imperio hitita fue Labarna que agrupó a las ciudades y los pueblos pequeños bajo una autoridad central y ensancho las fronteras hacia el oeste y hacia los mares Negro y Mediterráneo. Así, uno de los textos más relevantes del Reino Antiguo es el llamado Rescripto de Telipinu. En él hay un resumen, más o menos legendario, de los orígenes del poder hitita. "Antiguamente, Labarna, fue Gran Rey; y sus hijos, hermanos, aliados por matrimonio, parientes y soldados estuvieron unidos. El país era pequeño, pero doquiera llevaba la batalla, subyugaba las tierras y las sometía e hizo del mar su frontera. Y cuando regresó de la batalla dio a cada hijo una parte del País, a Hupisna, a Tuwanuwa, a Nenassa, a Landa, a Zallara, a Parsuhanda y a Lusna y gobernó el País y en sus manos florecieron las grandes ciudades. Después, fue rey Hatusil (...)" El nombre Labarna se transformó, si es que no fue eso ya en origen, en título de honor (como César en Roma). En 1957 se halló una inscripción bilingüe (hitita-acadia) del segundo rey, Hatusil (Khattushilish), al que se llama Labarna en acadio y, en hitita, "Rey de Hattusas" y "Hombre de Kussara", acaso porque la dinastía fue oriunda de esta ciudad. Quizá la traslación de la capital a Hattusas hizo que este segundo Labarna cambiase el nombre por Hatusil.
Las tierras conquistadas mencionadas por Telipinu están todas al S. del río Kizil (Halys), en lo que los hititas llamaron País Inferior. Su hijo, Hattusil I pudo apoyarse en la base política de Labarna, para ello lanzo campañas militares sobre todo en el reino de Alepo y hurritas. Por otra parte, estableció en Hattusas la capital de los Hititas capital hasta el final del imperio, ya que en un testamento repudió a su hijo, y nombró sucesor a Mursil. A quien también nombra hijo adoptivo.
Mursil I estrechó los lazos que unían a las ciudades-estado e incorporó éstos al reino Hitita, de tal modo que puede ser considerado como el principal artificie de lo que sería el imperio Arcaico o Reino Antiguo, además de que expandió fronteras, conquistando Alepo, y de derrotar a los hurritas. Estas victorias convirtieron al reino hitita en una de las potencias de Oriente Próximo, hasta el punto de que, una vez conquistada Alepo (1595 a.C.), Mursil encabezó una expedición contra la ciudad de Babilonia que tomó y saqueó. Una empresa más sorprendente que efectiva. Lo que provocó la caída de los amorreos. Sin bien, la crónica señalada, no da detalles para el primer año de Hatusil que guerrea, quizás, en Capadocia; en el segundo, Hatusil llega al Tauro y norte de Siria, cerca de Karkemish. En esta expansión, el principal rival de Hatti fue el reino de Alepo. En el tercer año, combate contra Arzawa, un extenso reino al SO de Anatolia, y los hurritas aprovechan para anexionarse las conquistas del SE hitita, aunque Hatusil reaccionó y las recuperó, en lo que se fueron los dos siguientes años. Su sexto año de campañas fue también contra los hurritas apoyados por Alepo. Resultó malherido y volvió a Kussara, a preparar la sucesión, de la que fueron descartados tres hijos, por traición, lo que el rey llora en un texto conservado en hitita cuneiforme. La sucesión recayó en su nieto Mursil (Mushilish), que lo vengó, derrotó a los hurritas y destruyó Alepo. Llevó a cabo una fulminante incursión contra Babilonia y, según Telipinu, la destruyó. Aunque algunos historiadores recelan ante una expedición de casi 1.000 km. Pero los casitas, llegados a Mesopotamia por las mismas vías que antes los hurritas, empezaban a debilitarla y no es imposible que Mursil pactase con ellos. La expedición ocurrió inmediatamente antes o después de la muerte del último rey babilónico, Samsuditana, (1595), año que pudo ser el de la muerte de Mursil, asesinado por unos parientes. Le sucedió su cuñado Hantil (Hantilish), bajo cuyo gobierno el reino estuvo a punto de extinguirse. La conquista del País de Adana (Cilicia, la zona litoral bajo el Tauro) por los hurritas supuso un fuerte golpe para Hatti. Los hurritas la llamaron Kizzuwadna y dificultaron desde allí la vía hitita a Siria, que quedó circunscrita a los pasos del SE del Tauro. Telipinu hubo de pactar con ellos para fijar con seguridad sus fronteras. En el Rescripto, Telipinu informa de sus medidas de gobierno. Preocupado por la inestabilidad de la corona, sujeta a las querellas de la aristocracia, edictó una ley sucesoria detallada que obliga a que las quejas contra el rey o sus hijos no se resuelvan por la fuerza, sino legalmente, por denuncia ante el pankus o asamblea general, ya mencionada y que algunos han pretendido sea la típica asamblea indoeuropea de guerreros y jerarcas de linaje, pero sobre la que no hay información detallada. Más bien parece un órgano amplio y general, al que, con el tiempo, acabarían imponiéndose los aristócratas indoeuropeos. Por otra parte, teniendo como capital Hattuşaş (Boğazköy), las ciudades más importantes de los hititas son Alacahöyük y Alişar. Es posible encontrar restos de los hititas en todos los höyük existentes en Capadocia. También y principalmente en esta zona, existen monumentos hititas tallados en las rocas altas de las zonas de paso de importancia estratégica, y siempre en las cercanías de una fuente de agua. Es posible constatar los caminos que atravesaban los reyes hititas para llegar a los países del sur, gracias a estos documentos en la roca. Fraktin, Tasçı e Imankulu son los nombres de los monumentos, anteriormente citados y más importantes que se encuentran en el sur del Monte Erciyes. Estos representan la adoración y la ofrenda del rey hitita Hattusili III y la reina Puduhepa a los dioses. Aunque la fuente utilizada para este período, el edicto de Telipinun, de 1500 a.C., presenta al antiguo reino de Labarna como un modelo de concordia política, cohesión y poderío, en realidad, habría que imaginar la primera singladura del reino hitita como un proceso de difícil y conflictiva confluencia hacia la unidad política, con tensiones dinásticas que permanecieron como un factor endémico de inestabilidad, incluso hasta el final del imperio y, desde luego, tampoco hay que olvidar que Anatolia central se encontraba fragmentada en pequeños reinos independientes. De hecho algunos textos encontrados del propio Khattushili, remiten a las enormes luchas que establecieron él y sus antecesores contra el resto de las ciudades. Sin bien no es posible determinar ni el orden ni el cómo de las anexiones, sí se sabe el nombre de estas importantes ciudades conquistadas, entre las que se encuentran algunas como Khupishna, Tuwanuwa, Nenashsh, Landa, Zallara, Purushkhanda y Lushna, principales rivales de Kushshara y Khattusha en el proceso de formación del reino. Para establecer su dominio, no siguieron únicamente las vía bélica; en muchos casos, los emparentamientos familiares por matrimonio consiguieron una unión, si bien a costa de provocar conspiraciones dentro de la corte por parte de las distintas facciones de poder.
Reino Medio :
Durante el siglo XVII a. C., el reino había vivido su primera gran expansión con Hattusil I, llegando a saquear en el siglo XVI a. C. Babilonia bajo Mursil I. Sin embargo, tras Mursil I, hubo una serie de reyes poco documentados, hasta que Telepinu intenta restaurar la gloria del imperio mediante la codificación de algunas leyes básicas. Sin embargo, tras Telepinu, el reino hitita, ahora en etapa media, cae de nuevo en manos de las intrigas dinásticas, sucediéndose, durante casi un siglo, reyes de los que se sabe muy poco, mientras el reino de Mitani aumentaba su poder. En el llamado Reino Medio, suele tenerse a Telipinu como último rey del Reino Antiguo. Hubo de abandonar las provincias sirias en manos hurritas; éstos, a su vez, fueron derrotados por Egipto (campaña de Tutmés III /1479-1426). Hacia el 1471 a.C., Hatti y Egipto mantenían relaciones mediante tributos hititas a cambio de ayuda egipcia para restablecer sus fronteras. Pero la ayuda egipcia no parece haber sido tan poderosa como la presencia del nuevo estado de Mitanni, en el que una nueva dinastía de aire indoeuropeo revivificó la presencia hurrita en Siria y dominó Kizzuwadna de nuevo (en tiempos de Amenhotep II, 1426-1400). El faraón aceptó a Mitanni como fuerza regional hegemónica y Tutmosis IV (1400-1390) casó con una hija de Artatama I de Mitanni. Hatti quedó relegado a un papel irrelevante. Tras este período de oscuridad se siguen una buena variedad de dificultades dentro del reino Antiguo, si bien de este periodo iniciado en el 1450 a.C. se caracteriza por la falta de documentos y de datos veraces . Lo poco que se sabe es que fue un periodo que tuvo fases de auténticas crisis como la toma de Hattusa por parte de los gasgas . Aunque por otra parte, en este mismo período también faltan textos asirios y babilonios, y un poco proviene de Egipto. Se sabe que allí en la primera mitad del siglo XVIII, una invasión repentina, numerosa, y devastadora, procedente de Canaán, había irrumpido en la región del Delta. Refiriéndose a los Hicsos, llamados éstos, después de Manetón, citado por el judío Josefo, si bien rodeado de un profundo misterio, aunque tal vez haya tenido el movimiento su punto de partida en el país de Hurri. Cuando los príncipes de Tebas expulsaron a los hicsos y dirigieron sus esfuerzos hacia la conquista de Canaán, Hatti vuelve a entrar en escena y se dirige nuevamente a Siria septentrional. Luego de destruir el poderío mitanni, ocasiona el retroceso de los hurritas al lago Van. Estos hechos los pone directamente en oposición a Egipto, siendo las dos únicas potencias, aunque tratasen como iguales suyos a los reinos de Assur y Babilonia, éstos no desempeñan un papel de gran relevancia.
Reino Nuevo:
El denominado Nuevo Reino Hitita fue fundado hacia el 1450 a.C. Uno de sus miembros más importantes, el príncipe real Subbiluliuma (que reinó hacia 1380-1346 a.C.), usurpó el trono durante un periodo de invasiones extranjeras. Después de liberar su país y derrotar a su principal enemigo, el reino de Mitanni al norte de Mesopotamia, condujo sus ejércitos más allá de Siria. Allí sus conquistas fueron sencillas por el debilitamiento del poder egipcio durante el reinado del faraón Ajnatón, también denominado Amenhotep IV (o Amenofis IV). De este modo, el reino Hitita bajo Subbiluliuma se convirtió en un gran imperio que rivalizó con el poder de Egipto, Babilonia y Asiria. Tras la muerte de Subbiluliuma, los hititas consiguieron mantener la mayor parte de su imperio, aunque sólo mediante guerras continuas. Durante los siglos XV y XIV a.C. sus posesiones se extendieron hacia el oeste, hasta el mar Egeo, hacia el este hasta Armenia, hacia el sureste hasta Mesopotamia superior, y hacia el sur Siria, hasta el actual Líbano. No obstante, el Imperio Hitita (h. 1400-1180 a. C.) está en una fase en que la influencia hurrita es visible en Hatti, quizá porque la dinastía reinante fuera oriunda de Kizzuwadna, los hititas desarrollan una fructífera política expansiva. Los reyes hititas desde finales del s. XV (Tudhaliyas y Arnuwandas son sus nombres predilectos) son grandes conquistadores. Tudhaliyas II reconquista Arzawa y Assuwa (la Asia de los griegos) y se alía con Kizzuwadna, que luego conquistará también, para poder destruir Alepo y derrotar a Mitanni. Por el norte, el acceso al Mar Negro se vio impedido por la presencia de los kaska (kashku) de las montañas, que no dejaron de hostigar a Hatti. Pero estos dominios eran efímeros y Arnuwandas I, su hijo, se vio atacado por todos los frentes e incluso, ardió su capital, Hatusas. Ya luego, su hijo Tudhaliyas III procuró enderezar la situación.
El gran soberano hitita de la época es Suppiluliumas I (Shuppiluliumash o Subbiluliuma ). Fortificó Hattussa, de unas 120 ha, y se dispuso a la guerra con Mitanni, su más fuerte enemigo. Tras infructuosas tentativas, logró entrar en Mitanni por la inusual ruta de Malatya y el alto Éufrates y tomó la capital, Wassukkani (cerca de la actual Diyarbakir, cabecera del r. Jabur). Las ciudades del norte de Siria le ofrecieron sumisión, sobre todo tras la inútil resistencia de Kadesh, y los hititas llegaron cerca de Damasco. Eran los tiempos de Amenofis IV (el hereje Akenatón) y Egipto no se opuso a la nueva situación. Bajo dominio hitita quedó el territorio Sirio del norte., incluyendo Líbano e importantes ciudades como Alepo y Alalaj.
Suppiluliuma dejó a uno de sus hijos, Telipinu (no confundir con el rey homónimo) como regente de esos territorios. La derrotada Mitanni, ahora regida por Artatama, se volvió hacia Asiria. Suppiluliuma concluyó la conquista de Siria, tomó Karkemish, donde entronizó a su segundo hijo, Piyasilis (Shar Kushukh) al igual que a Telipinu en Alepo. Le quedaba tomar la vieja capital mitania, Wassukkani, lo que hizo, coronando como rey vasallo a un hijo del asesinado Tushratta, que quedó como jefe de un estado-tampón frente a Asiria. La prueba del poderío del Gran Rey de Hatti la suministra el hecho de que la corte egipcia le pidió a uno de sus hijos como marido para la reina de Egipto (quizás Anjesenpaatón, viuda de Tutankamón; o Meritatón, hija de Akenatón y viuda de su sucesor Smenja-Re) partió el hitita para la boda, pero fue asesinado antes de llegar, acaso por orden del sacerdote Ay, que aspiraba al trono y se hizo con él. Al poco, Suppiluliuma murió de peste y su primogénito, Arnuwandas II, le siguió después. El trono quedó en manos del joven Mursil II, su hermano, que perdió el control de Wassukkani a manos de Asurubalit I (1354-1318), el cual llevó sus fronteras al Éufrates. Karkemish y Alepo permanecieron fieles, pero Arzawa y los territorios aledaños se sublevaron, lo que exigió una guerra de dos años. Tampoco cejaron en su presión norteña los peligrosos gasga (kaska), que exigieron campañas casi cada año y debilitaron la fidelidad de los territorios anatolios del NE. Murió Piyasilis de Karkemish, y Siria se alzó, con ayuda de Asiria y Egipto, pero Mursil II pudo restablecer su dominio. No son seguras las fechas del reinado de Mursil II (1345-1317 ?). Su sucesor Muwatallis heredó un Imperio todavía sólido.
El Egipto de la XIX Dinastía renovó su control sobre Canaán (Seti I, 1290-1279), relajado durante la fase amarniense (Ajenatón) y llegó hasta Kadesh, en el Orontes. Ramsés II atacó allí a Muwatallis en 1275. El faraón salvó la vida por poco en una batalla "internacional" (se menciona a los dárdanos -citados en la Ilíada- y a los filisteos) cuya descripción tácita es la primera conocida, según un texto egipcio. La batalla de Kadesh. La Batalla de Kadesh fue la última contienda a gran escala entre egipcios e hititas, pueblos que ya no volverían a invadir cada uno la esfera de influencia del otro. Es también la primera batalla en la Historia Universal que está documentada hasta el punto que es posible reconstruirla etapa por etapa, incluyendo la estrategia militar y el armamento empleado en la misma. La batalla no fue decisiva y Muwatallis, más cerca de sus bases que el faraón, llegó hasta Damasco y trasladó su capital desde Hattussa a Dattassa, en el Tauro, encomendando la gobernación anatolia a su hermano Hattusil (III), que finalmente se proclamó rey tras vencer, en una disputa de siete años, a su sobrino Mursil III (Uri Teshub), hijo de Muwattalis, que se exilió a Siria (1226 a.C.), desde donde conspiró con los casitas de Babilonia. Quizás el miedo por Asiria llevó a la paz a Hattusil y Ramsés hasta realizar un tratado (1259 a.C.) que se conoce en sus dos versiones. En 1246 una hija de Hattusil y Puduhepa, la activa reina hitita, casaba con el faraón. Hattusil y Puduhepa modernizaron la antigua capital, Hattusas, los archivos y la legislación. Sus textos dan cuenta de las actividades en diversos distritos y principados del Imperio y en territorios lejanos como Lukka (Licia) y Millawanda (probablemente, Mileto) de los ahhiyawa (Àaqueos homéricos?). A la muerte de Hattusil, su hijo Tudhaliyas IV (1240-1210) siguió la obra reformadora bajo la tutela de Puduhepa. En esta fase se esculpirían los grandes relieves de Yazilikaya, cerca de Hattusas, con el panteón hurrita. Tudhaliyas IV no pudo oponerse con éxito a los avances de Tukulti Ninurta I de Asiria (1233-1197), que propició rebeliones en Siria (Ugarit). Apenas se sabe nada de los dos reyes siguientes, Arnuwandas III y Suppiluliumas II: hay noticias sueltas, como la de una expedición a Chipre; pero en esas fechas ya debía de haber empezado la invasión frigia de Anatolia que sumiría con el paso del tiempo al territorio nuclear de Hatti en una oscuridad casi absoluta. Si bien, durante la segunda mitad del siglo XIV a.C., los hititas mantuvieron continuos conflictos con Egipto. Estos dos grandes poderes lucharon para controlar Siria hasta la batalla de Kadesh (c. 1296) como ya hemos dicho, entre el rey hitita Muwatalli ( reinó hacia 1315-1296 a.C.) y el faraón egipcio Ramsés II, y ya cuando el imperio egipcio logró superar la depresión sufrida durante el reinado del faraón Tutankamón. Ramsés quería reconquistar los territorios perdidos en aquellas épocas de confusión al este del mediterráneo, pero sus huestes sufrieron hacia el 1300 una tremenda derrota en la gran batalla de Kadesh contra el ejercito Hitita, que fue ocultada por los egipcios, pero ahora sabemos gracias a tablillas encontradas en Hattusa que en realidad los hititas ganaron la batalla, luego de la muerte del rey hitita Muwatalli, su sucesor Hattusil III (que reinó hacia 1289-1265 a.C.) firmó un tratado de paz con Ramsés II años después, y lo selló dándole a su hija en matrimonio. Durante el reinado de Hattusil III, debieron afrontar ataques por parte de los asirios, gobernados por Salmanasar I. Posteriormente, las relaciones entre hititas y egipcios siguieron siendo amistosas, hasta que el Imperio hitita cayó poco después del 1200 a.C. en manos de los invasores denominados pueblos del mar. Y donde bien pudieron estar incluidos los gasgas (kaskas) por una parte, y el movimiento étnico de la gran migración egea por otra, cuando ocurre la ruina de Troya en la Costa del Mar Egeo. A ello le sigue el denominado período tardío de los reinos hititas en el centro y sureste de Anatolia. En la zona de Capadocia el reino hitita tardío forma el llamado reino de Tabal, que incluye las ciudades de Kayseri, Niğde y Nevşehir. De este período destacan los monumentos en la roca con escritos jeroglíficos de los hititas en los pueblos de Gülşehir-Sivasa, (Gökçetoprak), Acigöl-Topada y Hacıbektaş-Karaburna. Sin embargo, el final estaba en curso, y los frigios se instalan en la meseta y extienden su poder hasta las Puertas Cilicias al sur, y hasta Heuyuk al norte de Hattussa. Los gasgas ya estaban en las montañas, al este, y Teglatfalasar I, los encuentra allí a fines del siglo XII. No obstante, el Imperio Hitita desaparece como tal, y a la caída del imperio siguieron la confusión y los conflictos. Posteriormente, una serie de ciudades-estado hititas surgieron al sureste de Anatolia y norte de Siria, la más famosa de ellas fue Karkemish. Estos estados estaban poblados por un grupo étnico mixto denominado siro-hitita, compuesto principalmente de hititas, de pueblos del antiguo Imperio Hitita y de los primeros habitantes de ambas zonas. Los gobernantes siro-hititas utilizaban el idioma luvita escrito en jeroglíficos. Algunas de estas ciudades estado fueron conquistadas en el siglo X a.C. por los arameos; el resto se convirtieron en provincias del Imperio Asirio bajo Sargón II, hacia el 715 a.C. Incluso después de que los asirios conquistaran toda Siria, aún la denominaban Hatti. El final del Imperio hitita y el origen de estos estados representa una etapa oscura en las fuentes que se manejan, etapa cuya cronología se sitúa entre el 1200 y el 1000 a.C., y en la que el hecho más significativo fue la destrucción de la hasta entonces capital del Imperio hitita, Khattusha.
La prestada costumbre hitita de deificar a sus monarcas tendía al poco tiempo para arraigarse en la cultura popular, ya que Shuppiluliuma I, el hijo de Tudhaliya, estaba destinado a ser el último gran rey hitita. Alrededor de 1200 a.C. los escribas de Hattusa cayeron en silencio y toda la región de Hatti se lanzo a una oscuridad catastrófica de la que jamás emergería. Los signos del cataclismo están escritos con claridad en las ruinas de Boghazkoy, por doquier yacen grandes fragmentos de albañilería rota y restos calcinados, testamento de la furia de los misteriosos antagonistas que se abrieron paso a la fuerza por Hattusa, incendiándola. La intensidad de la conflagración que provocaron todavía se puede leer en las huellas de fuego que ennegrecieron el interior de las murallas de la ciudad. No quedó de pie ni un solo edificio. Si bien, posteriormente fueron considerados hititas por los asirios unos pequeños estados en Alta Siria, desde Maldija hasta Kargamis, que se mantienen alrededor de quinientos años, hasta su ruina definitiva a manos de Sargón II de Asiria casi al terminar el siglo VIII.
Conclusión:
El origen y evolución de una Civilización hasta la etapa imperial puede ser estudiada y descrita, si se cuenta con las evidencias y restos materiales que permitan su interpretación adecuada, incluso seguida hasta su desaparición, aunque siempre tendrá inconvenientes según los medios y el tiempo en que se lleven a cabo las investigaciones. Y tomando las múltiples variables que pueden ser consideradas, las correlaciones y comparaciones, los resultados serán con frecuencia sorprendentes.
Autor : Joel Fortunato Reyes Pérez (*)
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