Poderoso Caballero (1ra parte)

Los primeros síntomas, sucedieron, como todo acontecimiento que recién da comienzo, sin que fueran percatados por nadie, tal vez, como excepción podemos señalar a Darío Permarini, un empleado público que siempre vivía al día y casi dependía de ella como del mismo aire que, con esfuerzo, respiraba.-
Darío Piermaríni, rondaba los sesenta años, era flaco, de nariz roma, labios finos, solterón irrecuperable, vestía de traje oscuro, probablemente el mismo traje siempre, con sus camisas a medio planchar y la corbata, rigurosamente negra, sostenida por un nudo que delataba los años en que había sido hecho.
Hombre de gastos medidos, minucioso hasta la exageración, desde que había comenzado la carrera administrativa en esa repartición estatal, había hecho del uso diario de la tarjeta bancaria una religión.
Todos los días, quince minutos antes de entrar a sus obligaciones laborales, se paraba frente a la puerta del cajero automático del Banco Nacional, miraba hacia ambos lados de la acera para cerciorarse de que no hubiese nadie observándolo, pasaba la tarjeta por la ranura de acceso, abría la puerta y retiraba meticulosamente los ciento veintitrés tesauros que se auto había asignado para los gastos de ese día.
No era una cifra absurda ni tomada al azar, era la cifra que correspondía a su salario mensual dividido por cuarenta, treinta días que había calculado tenía el mes, (cuando este era de treinta y un día, ese trigésimo primer día no hacía retiros) y diez días mas, que, según misteriosos cálculos que había desarrollado hacia mil novecientos ochenta y nueve, de no tocarlos por lo que le restaba de vida laboral, le asegurarían un retiro a la vida pasiva sin sobresaltos, una jubilación extra.
Aunque distintos acontecimientos sucedidos luego del ochenta y nueve, tendrían que haberlo llevado a modificar sus elucubraciones matemáticas, por alguna misteriosa razón no lo hizo y siempre continuó dividiendo su mensualidad por cuarenta y retirando diariamente la cantidad resultante.-
Pero esto no es lo interesante, lo interesante es que Darío Piermarini, advirtió un día, martes para ser más preciso, que no podía retirar su jornal del cajero del banco, y que tampoco pudo retirarlo de dos o tres bancos que le quedaban en las cercanías.-
Si bien esto se subsanó al día siguiente, a los pocos días volvió a repetirse y Darío, tan meticuloso él, tornose quejoso de no poder tener en sus manos esa antigüedad, casi totalmente en desuso que era el dinero en papel moneda.-
Aquí tal vez convendría aclarar, que hacia el dos mil diez, y siguiendo las recomendaciones del Foro de Davos, reunido a principios de ese año, y a instancias del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, la totalidad de los países del mundo, a excepción de Cuba que extrañamente seguía sometida al régimen contestatario y rebelde de Fidel Castro, habían decidido sacar de circulación la moneda corriente, reemplazándola por medios electrónicos de pago.-
Los argumentos fueron varios y contundentes, tan contundentes que, salvo la indomable Cuba, las sugerencias davonianas fueron acatadas casi de inmediato.
Y si lo razonamos bien, visto en profundidad, dichos argumentos eran incontrastables: desde la cuestiones domésticas, como por ejemplo que los niños podrían llevarse las monedas a la boca y tragarlas, hecho que, dado el estado nutricional en progresión no favorable, en que se encontraban, podría acarrearles consecuencias letales, y no era lo mismo que estadísticamente figuraran porcentajes altos de niños no vivos a consecuencia de “nutrición en progresión no favorable” que un porcentaje alto de niños no vivos por “obstrucción monetaria”.-
Pasando por cuestiones de higiene pública, como la firmemente sostenida tesis del Dr. Ralatem Metalar, de Malasia, quien había desarrollado en nueve tomos de doscientas hojas cada uno la llamada “Teoría de la contaminación monetaria” de gran aceptación a nivel mundial, tanto que por quince años fue propuesto como Premio Nóbel de Medicina, titulación que no pudo alcanzar porque, maléficamente, durante esos quince años, los jurados de tal acreditación fallecieron víctimas de la nombrada contaminación.-

II
Según la teoría del malasiano, el dinero contante y sonante, es decir el papel billete y sus divisiones metálicas, las monedas, al circular de mano en mano acumulaban bacterias y microbios humanos que, en contacto con el papel y la tinta, y según las condiciones medio ambientales en que se encontraran, mudaban rápidamente y se tornaban en epidemia para los seres humanos.-
En base a esta teoría pudo explicar, ayudado por la expansión monetaria desarrollada como consecuencia de la globalización, la mortandad ocurrida en Etiopía en los años ochenta y la de Rhuanda, y otras mas que en su momento la prensa, mal informada, había calificado de hambrunas.
Cuando su teoría se refería a la circulación manual del billete monetario en condiciones normales y entre gente normal, presentaba aristas discutibles, porque no resulta fácil de aceptar que el dinero que se toma con la mano, se guarda en un bolsillo o en una billetera (o cartera en caso de las señoras) y luego se toma para entregarlo a otra persona a cambio de un producto o servicio, pudiera, cualesquiera que fueran las condiciones medioambientales en que se encontraran tales personas, servir de, digámoslo así, caldo de cultivo a bacterias y microbios.-
Pero cuando el dignísimo profesor oriundo de Malasia, se refería a la circulación manual del billete monetario en determinados sectores sociales, sus afirmaciones resultaban contundentes, máxime la cantidad de probanzas que arrimaba a estos casos especiales, probanzas que, él mismo afirmaba y sostenía, las había logrado tras largas jornadas de recolección de datos en forma personal.
Por ejemplo, y solo para citar dos ejemplos de estos casos extremos, uno no podía menos que alegrarse del retiro de la masa del circulante monetario, cuando leía el circuito que el papel moneda tenía en manos de las prostitutas y de sus clientes.-
Afirmaba Metalar, y así lo evidenciaba con estadísticas abrumadoras, que el dinero que recibían estas trabajadoras sexuales, todas ellas rigurosamente registradas y con sus aportes sociales y previsionales al día, antes de llegar a sus manos generalmente reposaba en el bolsillo del pantalón del circunstancial cliente, y que este, a fin de acrecentar su libido solía sobarlo con su mano, derecha si era diestro o izquierda si era siniestro, apretándolo contra su pierna en el mejor de los caso o directamente contra su miembro en los tramos finales de la excitación imaginativa.-
Obviamente, esta friega, por mas que hubiese la tela del bolsillo de por medio, producía un aumento de la temperatura corporal del susodicho cliente y, como consecuencia de ella, la sudoración de las glándulas, la que directamente se adhería al papel moneda contaminándolo.-
Cuando la profesional de las artes amatorias, y según la escuela del instituto en que había recibido su diplomatura, tomaba en sus manos el papel moneda, teniendo este un significado fálico para el potencial, aunque ya no tanto, cliente, lo deslizaba por su cuerpo poniéndolo en contacto directo con su epidermis y en casi la totalidad de los caso con su dermis y su endometrio y, porque no con sus canales expeledores y sus naturales secreciones.-
Esta friega, que de por si resultaba positiva para el aumento de los deseos sexuales del cliente, y estaba incluida en el pago de los servicios mas personales que venían a continuación, aumentaba inevitablemente la contaminación del papel moneda.-
Resumiendo, cuando ese dinero salía de las manos, es un decir, de la profesional amatoria e iba a parar a las manos de un tercero, su carga contaminante era tal que difícilmente este tercero pudiese escapar de la “contaminación monetaria” y sus días rápidamente se acercaban al ocaso, aumentando peligrosamente las estadísticas internacionales de este nuevo flagelo.-
El otro ejemplo, se refería al mundo de los bancos, con especial atención en aquellos sectores que tenían acceso a los depósitos bancarios de papel moneda, y el afamado investigador oriental, se explayaba en sus observaciones realizadas en Wall Street, la city londinense y en el sector bancario de Frankfurt.
Sostenía, y probaba, que quienes resultaban ser poseedores de las llaves o combinaciones que permitían la apertura de las bóvedas en las que estaban depositadas cantidades inconmensurable de papel moneda, como consecuencia de ese significado fálico que tal papel tenía, al cabo de muy corto tiempo de estar en contacto con él, desarrollaban el síndrome de “coitus monetarius” que los impulsaba a solo poder mantener relaciones sexuales sobre los susodichos billetes, resultando realmente impotentes fuera de estas circunstancias.
Eriza la piel el solo pensar el grado de contaminación que alcanzaban las masas monetarias al realizarse sobre ellas todas las contorciones imaginables de dos, o mas, cuerpos totalmente desnudos, y esto sin entrar en detalles sobre los fluidos que se les impregnaban y que eran la inevitable consecuencia de tales contorciones.
Permanecieran en las bóvedas los impregnados billetes corto o largo tiempo, siempre finalmente salían de allí hacia destinos inciertos, portando, ocultamente, los gérmenes de una pandemia, que rápidamente hubiera diezmado al mundo de no haberse acatado a tiempo las recomendaciones del foro de Davos.-
Cuando en el año dos mil seis, Corea del Norte realizó sus primeros ensayos nucleares el miedo se apoderó de la humanidad, creyéndose en las veras de una tercera guerra mundial, pero cuando en el dos mil diez, se desclasificaron los archivos secretos de Davos, y fundamentalmente se dio a conocer la teoría de Ralatem Metalar, fue el acabose.-
Esto llevó a que, vuelvo a repetirlo, salvo la aislada e irredenta Cuba, todos los demás países del mundo reemplazaran su papel moneda por tarjetas bancarias, de, cabe destacarlo, rápida aceptación planetaria, salvo una o dos excepciones, entre las que se encontraba la ya nombrada isla caribeña y, por supuesto, Darío Piermarini.-

III
Cuando el bueno de Darío no pudo retirar dinero del banco por dos semanas consecutivas, dos cosas resultaban inexplicables: una, como sobrevivió esas dos semanas, mas si tenemos en cuenta su rotunda negativa a pagar algo si no era con papel moneda (que solo le aceptaban aquellos comercios de los que era antiguo cliente) y dos: como nadie mas se dio cuenta de que los cajeros automáticos habían dejado de funcionar.-
Tal vez para justificar la segunda duda, porque la primera resulta injustificable e inexplicable, debemos decir que desde el año dos mil diez, diciembre trece, cero horas, para ser mas exactos, todas las operaciones comerciales, cualesquiera fuere su envergadura se realizaban mediante tarjetas bancarias.-
A partir de esa fecha, a nivel mundial, (salvo la extraña Cuba, se entiende) los niños al nacer recibían su certificado de nacimiento, su documento de identidad (que variaba de país en país) y una tarjeta bancaria que garantizaba que su portador era tal porque contenía también células madre de su cordón umbilical.
Esto por una razón de seguridad y también por una razón de salud, ya que dichas células madres, convenientemente almacenadas en un chip, podrían llegar a servirle en algún momento, y ojala nunca ocurriese, para salvarle la vida, aunque hasta la fecha de los acontecimientos que estamos narrando, nunca nadie fue salvado por una célula madre, y cada vez menos por sus madres.
Las susodichas tarjetas servían para absolutamente todos los menesteres de la vida cotidiana, con ellas se pagaba el colectivo, se compraban cigarrillos, se obtenían créditos e hipotecas, que obviamente eran pagadas con las mismas tarjetas, se lograba la habilitación para conducir o contraer matrimonio, mediante ellas y en sus cuentas asociadas se depositaban sueldos, jornales y honorarios, etc.
Tenían validez mundial y eran mundialmente aceptadas, lo cual las transformaba en un medio de total y rotunda aceptación que favoreció que en pocos días el papel moneda, el dinero, se transformase en un artículo de museo, salvo la excepción de Darío Piermarini, el cual, por su manía era visto como un ser estrafalario y antisocial, que de no ser por las diferencias físicas fácilmente se hubiera podido pensar que era el mismo Fidel Castro disfrazado.
Como es de imaginar la facilidad de su uso, las tornó en elementos indispensables, máxime si tenemos en cuenta que mediante su uso prácticamente se imposibilitaban los hurtos, robos y arrebatos de dinero, ya que las susodichas tarjetas eran de uso personal y en lugar de “pin” y “password” bastaba la impresión de las huellas dactilares, mínimo dos, que inevitablemente quedaba impresa en la tarjeta al usar de ellas.-
El no funcionamiento de las tarjetas bancarias (o de los cajeros automáticos) en realidad, en esas dos primeras semanas no fue tomado con alarma.-
Se culpaba a los fabricantes, casi todos de origen chino, acusándolos de plagio de productos de primera marca, a las empresas encargadas del mantenimiento y reparación que ocupaban mano de obra latina, hartamente caracterizada por su dejadez, a las empresas proveedoras de energía, que habían comenzado a tener mini crisis de producción energética que era sistemática y continuamente negada por el gobierno, o a las supuestas conspiraciones del gobierno cubano, siempre empeñado en desacreditar el capitalismo.-
Para esa época los gay ya no eran producto de vilipendios puesto que internacionalmente eran la mayoría de los votantes, por lo cual no eran culpados.
Pero a partir de la tercer semana de las observaciones primigenias de Darío Piermarini los acontecimientos se sucedieron en vertiginosa escalada, a las fallas de los cajeros automáticos, le sucedieron las de los ordenadores de los escasos cajeros humanos que aún había, luego las PC de uso hogareño impidieron las transacciones bancarias mediante lo que se denominaba “home bank”, luego dejaron de funcionar los postner, lo cual impidió toda transacción comercial, al cabo de muy pocos días Internet dejó de existir, los GPS no respondían a los requerimientos de sus propietarios, las comunicaciones satelitales cesaron.
Era como si el mundo hubiese retrocedido cien años.-
Imposibilitado de aceptar medios electrónicos de pago y caído en desuso el papel moneda, sobrevino el caos.
Quienes se quedaban sin combustible en sus vehículos no podían reponerlo, puesto que los expendedores no podían cobrárselo, como a su vez estos no podían reponer stock de las destilerías por no poder a su vez pagarlos.-
Pero tampoco podían comprarse los más elementales medios de subsistencia puesto que nadie podía pagarlos y la venta a crédito, sin tarjetas, era algo del pasado.-
Así, quienes eran los felices poseedores de algún litro de combustible en el depósito de sus vehículos, lo fraccionaban en frascos de cien centímetros cúbicos y lo canjeaban por harina, frijoles, carne o lo que tuvieran en ganas de comer o les ofrecieran sus poseedores.-
Aunque también es justo decir que hubo quien gastara el resto del combustible de su vehículo recorriendo cientos de kilómetros de pueblo en pueblo tratando de localizar algún cajero o algún comercio que hubiera escapado del flagelo.-
Y, como era lógico, los más desesperados llegaron a protagonizar hechos de violencia para poder apropiarse aunque más no sea de algunos litros de combustible.-
Al cabo de un mes la crisis había tomado proporciones inenarrables, los aviones no podían volar ante la ausencia de asistencia técnica y combustible, los barcos no navegaban, el comercio nacional e internacional se paralizó, Empire United, la mayor potencia del mundo no pudo tener acceso a sus reservas de combustible porque no le funcionaban las centrales bombeadoras, totalmente automatizadas, Chinesseland si bien seguía produciendo energía eléctrica a través de sus grandes usinas hidroeléctricas, no podía distribuirla por falta de respuesta en sus centros computarizados de distribución, la Comunidad Eurocaucásica veía sus lujosos trenes balas detenidos por no recibir energía de esas usinas, los fértiles campos canadienses, australianos y de Sud América se auto fertilizaban con sus sembrados pudriéndose al rayo del sol por no poder ser cosechados.-
No había medicina posible de practicar puesto que no funcionaban los complejos aparatos de rayos x, los tomógrafos ni nada que tuviera la más remota relación con un sistema computarizado, ni siquiera se podían otorgar turnos de atención ante la falta de computadoras.
Rápidamente los chamanes, los brujos y los curanderos pudieron hacer su agosto curando mediante conocimientos milenarios, siempre y cuando hubieran guardado estos en su memoria y no en notebook o en los I Pod.-
La enseñanza dejó de estar al alcance de los educando de todos los niveles, puesto que ya no había clases presenciales, sino únicamente las que se dictaban on line.-
La telefonía celular pasó a ser un añorado recuerdo y la fija un aparato inútil que entorpecía en cada hogar, no hubo mas diarios, ni televisión, ni radio.
En fin, no hubo más nada de nada cuatro meses después que Darío Piermarini no pudo retirar su jornal diario del cajero del Banco Nacional.-
Así las cosas, se tardó mas de un año en que los presidentes de todas las naciones del mundo, salvo el irredento Fidel Castro que aún perduraba en Cuba, pudieran ponerse de acuerdo para llevar adelante un conclave mundial y encontrar una solución, para lo cual obviamente, requirieron el auxilio del foro de Davos, del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, invitando esta vez, como excepción, al Vaticano, para ver si este, por su llegada directa con el Gran Creador, podía interceder o al menos obtener una indulgencia que permitiera volver al mundo a la normalidad computarizada.

 

 


 

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Sábado, Marzo 26, 2011 - 09:37

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