ENTRE LAS MANCHAS DE UN LUGAR

Aquí yace una carta a medio escribir, entre las manchas de un lugar que nunca fue. Se abre el pecho permitiendo la entrada de las voces de la calle. Las ranas duermen, vaya una a saber dónde. En estas líneas se asienta que, cuando alguien tase nuestro derroche de horas y una voz rara nos advierta acerca de las insensateces cometidas, nada ocurrirá con el pecho, con las ranas, con las manchas. Pero en el transcurso quizá podamos contemplar infiernos para que, por fin, resulten desconocidos o inofensivos de tan conocidos.
Aquí hay tinta derramada. Aquí hace calor. Y mientras la boca cosida quisiera ser carcajada a flor de piel, mientras el aullido ahogado de los muebles se compadece de este cansancio que se anuda a los ojos, la carta muestra y demuestra -en sí misma- que no se ha finalizado.