EL RITO DEL ELIXIR

Escuchamos canciones de estrellas cuyas notas fulminan los cielos.
Los ritmos cabalistas descubren su danza de sonidos latentes,
Entre percusiones de semillas y timbales que brotan de cuevas.

Las onomatopeyas de la selva se suman a la orquesta tribal.
Los átomos de las hogueras emergen de espectro que nos santifica.

Persuadidos por los símbolos de sagrados chamanes,
Los espíritus milenarios ofrecen sus sanas y curas invisibles,
Contemplando las transformaciones que se suceden cada minuto.

Un ser protegido por los dioses a los que adora eternamente,
Se reconfigura en otro ser humano bajo bálsamos mágicos.
La pasión descrita de tales composiciones antropomorfas,
Connota diferentes expresiones de asombro en los espectadores.

Cuando sus manos crecen como ramas de olivos,
Sus pies buscan agua y nutrientes por debajo de la tierra.

Los participantes se levantan y se alejan hacia atrás, mirando al frente.
A cien metros del epicentro se detienen de forma automática,
Señalando el suelo virgen del humus de la madre naturaleza.

Escarban con las uñas vislumbrando un círculo rojo.
Acto seguido, retroceden tres pasos y se cogen de la mano.

El chamán se eleva por encima de una hoguera de tres metros,
Iluminando con sus ojos incandescentes a todos los presentes,
Agradeciéndoles las ofrendas y los ritos de iniciación.

Cumplido el protocolo de bienvenida y el deseo de suerte,
El mago desciende por una escalera de caracol imaginaria,
Hacia el origen de sus quemaduras y de su regeneración.

Con los dedos en el rostro camina como una antorcha viviente,
Soplando fuego al círculo que protege el acontecimiento.

El ritual comienza con el aullido de un león invisible.
La carrera se sucede en una explosión psíquica de fuerzas,
Viajando con espacios y velocidades no descubiertas.

Al más raudo se le entrega la pócima de la inmortalidad,
Cambiando sus deseos con el fuego que lo cubre,
Por elixires que sanen cualquier enfermedad humana.