Esfumándose

La última vez, nadie lo había notado.
En las calles desiertas el sabor a olvido
era evidente. No es fácil adaptarse.
Así vayamos de un sitio a otro, de una
época a otra, surcando mundos distintos,
algunos de los cuales nunca se cruzan.
La belleza había escapado cobarde,
del bolsillo de la pobreza. Logrando
esconderse muchas veces en otro lado.

He pensado en ello con frecuencia, incluída
la noche que salta del insomnio por la ventana,
y que se mueve deteniendo al tiempo.
Volando a baja altitud sobre los relojes
desorientados, con sus necesidades insatisfechas
tanto como sus preocupaciones inútiles, a pesar
de las tentaciones y las nuevas oportunidades.

Abajo estaba la madera muerta.
Las paredes llenas de sombras habían dejado
al techo contando estrellas. En un continente
luminoso de gran diversidad, que sufre los
estragos del hambre, los planes necios de los
peores asnos con corbatas, con el crecimiento
de la población y no de la inteligencia, ni de la
buena voluntad, mucho menos con excesos
de honestidad que se ramifica con rapidez.