MI AMIGO EL ZORRO

   Allá lejos en mi rancho, solar de tantos sosiegos, el aire fresco de la tarde invitaba a la pausa en el verde vivo que iba cambiando sus tonos, mientras el sol se echaba en el cerro llenándome de paz.
   Yo en mi reposera desparramaba mi cuerpo fatigado mientras miraba a mi hijo preparando el consabido asado a las brasas. Un momento de especial silencio que sólo dejaba espacio para el crepitar del fuego y algún piar  tardío que no había llegado aún a su nido.
   De pronto, tras la curva de la loma vi asomar el hocico de un zorro macho que atisbaba desconfiado, mirando hacia nosotros donde la carne asada lanzaba sus sabrosos llamados.    Simpático en su recelo, era una singular atracción para nuestros ojos.
   El raposo iba y venía y en círculos nos rondaba cada vez más cerca y luego corría a su madriguera no sin antes recibir un bocado de regalo.
   Y de allí todas las tardes volvía el astuto zorro y cada vez su instinto y su desconfianza se iban esfumando y lo dejaban llegar más cerca de nosotros. Daba sus vueltas mirando, hasta acercarse muy cerca, llevándose siempre el premio por su osadía.
   Y así pasaron las tardes hasta que un día, amigos, pudo acercarse tanto el cánido desconfiado que llegó a comer casi de mi mano. ¡Como si fuese invitado!

  Es así… como les digo!

De mi libro “De mi baúl y de esos cofres de luz”.2016 ISBN  978-987-4004-21-5