CARICIAS ADIESTRADAS
Evocados los gestos entre las miradas abrasadoras,
Sonreír, era alimentar las íntimas representaciones.
Atendidas las llamadas con encajes de deseos,
Transportamos los cuerpos a su aventura incesante.
Los ojos describen los espacios, hipnotizados al instante,
Observando el fondo de tu mente descubierta,
Donde el inconsciente se nutre de belleza.
La máscara de la carne sucumbía con lechos de formas paralelas.
Nuestras almas, perdidas de las dimensiones,
Nunca regresaban, nunca aparecían.
Allí, en el origen sagrado de las alabanzas y de las comuniones,
Confundidos en las estancias desmedidas,
Ni el mal ni el bien resplandecían.
Los segundos y los metros, las horas y los kilómetros,
Indiferentes, perturbados por móviles descuidos,
Nos divertían en bisbiseos inteligentes,
En las caricias ya adiestradas.
Sobre aquella cama de agua destilada,
Descansando en el vientre de los pétalos de rosa,
Ni la vida ni la muerte, eran una respuesta convincente,
Ni los objetos, ni la música, ni las cosas.
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