El parque

Los 43º C no invitaban a vestirse, por eso, Any sobre su cuerpo desnudo se puso un buzo azul que le quedaba holgado y un short de gimnasia haciendo juego, le ató el pretal a Perla, su dálmata y tomando la correa, se dispuso a llevarla al parque.
Sentada en un banco, a metros de la fuente, Any observaba el corretear de Perla a quien sujetaba por la correa para que no se fuera lejos.
El frescor del anochecer, después de un día agobiante y la calma, la llevaron a un placentero estado de ánimo.
Como siempre, cada vez que la hermosa dálmata correteaba por el parque, resultó inevitable que otros perros se le acercaran. Solo que esta vez, la garbosa estampa del doberman, llamó la atención de Any.
Ambos animales se olisquearon y muy pronto el macho dejó mostrar sus atributos, resaltando sobre su oscuro pelaje el rojo intenso de su glande erguido. Perla olisqueaba moviendo su cola con satisfacción mientras recibía gustosa el morro del doberman sobre su vulva.
Any sintió un escalofrío correr por su piel, verdaderamente le pareció erótica la sensualidad desfachatada de los animales. Sintió que sus pezones se erguían.
Cuando el macho estaba a punto de montar a Perla, fue tomado del collar por su dueño, - “Hey… compórtate Falucho….” – dijo el joven retirando de su atrevida posición al doberman. Any sonrió, pero al ver el miembro del perro todavía erguido, no pudo menos que expresar: - “Yo diría que se estaba por comportar… y muy bien”
Devolviendo la sonrisa, el joven se sentó a su lado en tanto los animales continuaban con sus escarceos amorosos. Estaban conversando sobre las cualidades de ambas razas, cuando un movimiento de Perla hizo que el dorso de la mano de Any, que sujetaba la correa, se posase sobre la entrepierna del joven.
Inmediatamente se dio cuenta que el muchacho tenía una erección, pero en lugar de retirar rápidamente su mano, de una manera indolente la dejó en el lugar, -“Bueno… parece que alguien mas desea comportarse” dijo sonriendo.
El joven quitó la correa de la mano de Any, la ató al borde del banco y luego, poniendo su mano sobre la de ella, hizo que toda su palma tomara contacto con lo que se encontraba debajo del joggins.
Si los devaneos de los perros, habían exaltado su ánimo, al sentir el tamaño y el grosor de lo que su palma acariciaba, hizo que su boca, y no solo su boca, se humedecieran.
De inmediato apoyo su cabeza sobre las piernas del joven, mordisqueándolo por encima de la ropa primero, para luego directamente rozar sobre su rostro y sus labios su miembro erguido.
El joven metió su mano derecha por el cuello del buzo, apretándole con firmeza los pezones, y luego, como si sus dedos caminaran sobre ella, llegó hasta su pubis y continuó bajando.
Una repentina tormenta de verano hizo que los pocos paseantes del parque dejaran en soledad a ambos, mientras los perros, ya satisfechos sus instintos, se cobijaron debajo del banco.
Inclinándose sobre Any, el joven le bajó lo suficiente el short como para poder besarla, recorriendo con su lengua sus muslos y entrepierna. Los truenos y el caer de la lluvia, apagaban los jadeos de Any, cuyos labios saboreaban la dulzura que el joven le regalaba.
En la soledad del aguacero, Any se sentó sobre las piernas del joven sintiendo como su sexo se abría complacido sintiendo como entraba y salía del mismo lo que antes su boca había disfrutado.
Los primeros orgasmos sacudían toda su humanidad con la misma fuerza que el agua golpeaba sobre sus cuerpos, las manos de él, apretando sus senos, la levantaron casi en vilo para ponerla de rodillas sobre el banco. La lluvia se deslizaba por sus nalgas intentando refrescar lo que ardía de placer.
Relajó todo su cuerpo para permitir una inigualable penetración anal que la hizo gritar de gozo, mientras sus dedos se repartían en caricias entre sus pezones y su clítoris.
Empapados, la dálmata y el doberman dormitaban acurrucados el uno sobre el otro, ajenos al bambolear del banco que goteaba placer sobre sus cuerpos.