EN EL JARDIN DEL ALBA QUE NACE
EN EL JARDIN DEL ALBA QUE NACE
Una cascada de flores me acoge, mientras
observo encantada centenares de vides abrazadas
a las ramas de los àrboles y al alto pino,
recubiertos de muchisimos
racimos de glicina pincelados de rosa-azul,
en el jardìn del alba naciente.
De los juegos de luces de colores, las vides enredadas
aparecen como serpientes gris-perla
que resbalan lentamente entre las ramas
y se pierden contra el sol que surge.
Masas de viento arrancan
otras flores de la glicina, que como maripositas
se dejan llevar en una lenta danza de muerte y caen
sobre el prado recubierto de violeta-azul.
En el alba que roza, observo encantada
el jardìn recubierto de racimos de glicina
traspasados de espadas de diamante que pasan
velozmente entre las ramas, sembrando rayos
de oro que explotan entre los àrboles.
Algunos pàjaros dan vueltas en el cielo
y se posan en el manto
de flores moribundas que vibran
a la llegada del dìa naciente.
La lluvia de flores continua
desde el grande pino emprisionado
de las serpientes gris-plateado que parecen
enlazarse al infinito
entre las agujas que brillan como esmeralda.
Placentero silencio al desaparecer el alba, alternados
con el gorgeo de los pàjaros que parecen cantar
a la llegada del dìa.
Un ruido sordo y una piña rueda a mis pies, dejando
el manto herido de verde, mientras el alba desaparece
recubierta de la luz de la mañana.
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